Catorce años después de un crimen que conmocionó a México y expuso las profundidades de la violencia del narcotráfico, un juez federal en Tamaulipas dictó sentencia contra José Luis Luquín Delgado, alias “El Jabón”, condenándolo a 293 años de prisión por su participación en el secuestro y asesinato de siete jóvenes en Morelos. Entre las víctimas se encontraba Juan Francisco Sicilia Ortega, hijo del poeta y activista Javier Sicilia, cuyo dolor personal se transformó en un grito colectivo contra la impunidad. Esta condena, aunque contundente, llega en un contexto de críticas por su demora, reviviendo debates sobre la eficacia del sistema judicial mexicano y el legado del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD).

La Fiscalía General de la República (FGR), a través de su Fiscalía Especializada de Control Regional (FECOR) en Tamaulipas, obtuvo la sentencia por delitos de privación ilegal de la libertad en modalidad de secuestro, delincuencia organizada y portación de arma de fuego de uso exclusivo de las Fuerzas Armadas. Además, se impuso una multa de 2 millones 530 mil 386 pesos (aproximadamente 136 mil dólares al tipo de cambio actual). “El Jabón”, identificado como integrante del Cártel del Pacífico Sur –una célula criminal que operaba en Morelos bajo el mando de figuras como Héctor Beltrán Leyva–, no es el primero en caer por este caso, pero su condena cierra un capítulo pendiente en una investigación plagada de retrasos y controversias.

El crimen que marcó un parteaguas

La noche del 27 de marzo de 2011, en Jiutepec, un grupo de jóvenes disfrutaba de una reunión en un bar local cuando fueron interceptados por un comando armado. Según relatos de testigos y la reconstrucción de la FGR, los agresores –integrantes del Cártel del Pacífico Sur– irrumpieron con armas de alto calibre, sometiendo a las víctimas bajo la sospecha de que pertenecían a un grupo rival o por un ajuste de cuentas relacionado con el control de plazas de narcotráfico en la región. Las víctimas fueron secuestradas, torturadas y asfixiadas en una casa de seguridad en la colonia Villas del Descanso, en el mismo municipio. Sus cuerpos, maniatados y con signos de violencia extrema, fueron abandonados al día siguiente, 28 de marzo, dentro de un automóvil Honda Civic en un fraccionamiento de Temixco. Junto a los cadáveres, los perpetradores dejaron narcomensajes acusándolos de ser “ratas” o informantes, una táctica común para sembrar terror y desviar la atención.

Este multihomicidio no fue un hecho aislado en el contexto de la “guerra contra el narco” impulsada por el entonces presidente Felipe Calderón, que entre 2006 y 2012 dejó más de 120 mil muertos y desaparecidos.

Morelos, un estado estratégico por su proximidad a la Ciudad de México, en ese entonces se convirtió en un campo de batalla entre carteles como el de los Beltrán Leyva y sus escisiones, como el Pacífico Sur y Guerreros Unidos. Testimonios de sobrevivientes y familiares indican que la policía local podría haber estado coludida, ya que los jóvenes fueron “levantados” sin intervención inmediata de las autoridades. La escena del crimen reveló huellas de brutalidad: rostros cubiertos con cinta adhesiva, manos atadas y cuerpos apilados, un macabro recordatorio de la impunidad reinante.

Las víctimas: Historias truncadas y el dolor de las familias

Las siete víctimas eran jóvenes comunes, sin vínculos probados con el crimen organizado, lo que amplificó el horror del caso. Juan Francisco Sicilia Ortega, de 24 años, era estudiante de Administración en la Universidad del Valle de México y un apasionado de la música y la literatura, heredando el espíritu creativo de su padre, el poeta Javier Sicilia. “Juanelo”, como lo llamaban sus amigos, era descrito como un joven idealista, sin enemigos conocidos, cuya muerte se atribuyó a una confusión o a un “ajuste” aleatorio.

Los otros seis jóvenes eran:

  • Luis Antonio Widales Cuevas, 24 años, estudiante y amigo cercano de Sicilia.
  • Jaime Gabriel Alejo Cadena, 24 años, originario de Cuernavaca, con sueños de emprender un negocio familiar.
  • Álvaro Jaimes Avelar, 29 años, trabajador en una empresa local, padre de familia.
  • María del Socorro Estrada Hernández, 32 años, la única mujer, madre soltera y empleada en el sector servicios.
  • Julio César Romero Jaimes, 20 años, estudiante de secundaria técnica, apasionado por el fútbol.

Familiares como la madre de Álvaro Jaimes han relatado en entrevistas el calvario de identificar los cuerpos en la morgue, marcados por la tortura. “Eran chicos inocentes, no merecían esto”, dijo en una protesta en 2011. El caso resaltó cómo la violencia no discrimina: víctimas de clase media, sin antecedentes, atrapadas en la espiral del narco.

La investigación: un camino tortuoso

La investigación inició bajo la Procuraduría General de la República (PGR, antecesora de la FGR) y la Fiscalía de Morelos, pero enfrentó obstáculos como filtraciones y presunta corrupción policial. En abril de 2011, se detuvo a Julio de Jesús Radilla Hernández (“El Negro Radilla”), líder del Pacífico Sur en Morelos, y a otros como Víctor Manuel Rivera Galeana (“El Gordo”). Confesiones revelaron que el crimen fue ordenado por Radilla por una disputa territorial, posiblemente confundiendo a los jóvenes con espías del Cártel de Sinaloa.

Detenidos clave incluyen:

  • Julio de Jesús Radilla (“El Negro Radilla”): Sentenciado en diciembre de 2024 a 309 años.
  • Ángel Taboada (“El Conejo”): 293 años en la misma fecha.
  • Jesús “N” (“El Manos”): 297 años en noviembre de 2024.
  • José Luis Luquín Delgado (“El Jabón”): Detenido en 2011 en Veracruz, pero su proceso se prolongó por apelaciones y cambios en el sistema penal.

Más de una docena de involucrados han sido procesados, incluyendo policías municipales acusados de omisión. La FGR vinculó al Pacífico Sur con el Cártel de los Beltrán Leyva, destacando su rol en secuestros y ejecuciones en Morelos.

Las sentencias: Pena máxima, pero ¿justicia completa?

Las condenas han sido ejemplares, superando los 290 años por víctima, aunque en México la pena efectiva máxima es de 60 años por cadena perpetua simulada. Sicilia ha criticado estas sentencias como “selectivas y amañadas”, argumentando que no abordan la corrupción sistémica ni protegen a testigos. En reacciones a sentencias previas, activistas como Julián LeBarón han enfatizado la necesidad de paciencia, pero sin perder dignidad.

El movimiento de Javier Sicilia: De la tragedia a la lucha colectiva 

El asesinato de su hijo impulsó a Javier Sicilia a fundar el MPJD en abril de 2011. Con el grito “¡Estamos hasta la madre!”, organizó marchas masivas desde Cuernavaca a la Ciudad de México, caravanas por el país y diálogos con Calderón. El movimiento unió a miles de víctimas, exigiendo el fin de la militarización y una ley de víctimas (aprobada en 2013). Sicilia, poeta católico, enfatizó la dignidad humana, pero enfrentó controversias: críticos lo acusaron de “dialogar con criminales” o de ser manipulado políticamente. En 2012, el MPJD se diluyó por divisiones internas y falta de respuestas gubernamentales. Sicilia ha expresado desilusión: “El movimiento es una referencia moral, pero la violencia persiste”.

Voces como la de Isabel Miranda de Wallace, líder antidelincuencia, criticaron el enfoque “victimista”, mientras defensores de derechos humanos lo alabaron por visibilizar el dolor colectivo. En redes sociales, como X (antes Twitter), el movimiento generó debates sobre su impacto, con usuarios destacando su rol en caravanas a Oaxaca y Chiapas.

Culminación tardía: Reacciones a la sentencia de “El Jabón”

La condena ha sido recibida como “tardía pero contundente”. En X, usuarios como @Pajaropolitico destacaron su simbolismo, mientras familiares de víctimas expresaron alivio mixto con frustración por los 14 años de espera. Sicilia, en comentarios previos, ha dicho: “La justicia es incapaz de trascender el horror”. Organizaciones como Amnistía Internacional urgen reformas para acelerar procesos. En Facebook, publicaciones reflejan indignación pública, con llamados a no olvidar a las víctimas anónimas.

 

Esta sentencia, en un México con más de 100 mil desaparecidos, recuerda que la justicia llega, pero a menudo demasiado tarde. Para Sicilia y miles de familias, es un paso, no el fin de la lucha.

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