Dicen que cuando no hay fondo, hay forma. Y parece que el PAN se lo tomó muy en serio. Resulta que ahora anda estrenando imagen, logotipo nuevo, color más intenso, letras inclinadas… todo un ‘relanzamiento’ que, según sus dirigentes, busca reconectar con la ciudadanía. Pero, seamos francos, al viejo papá pitufo no lo salva un cambio de logo. El PAN fue durante décadas el partido de oposición por excelencia, presumía principios firmes, esos de ‘humanismo político’, ‘valores de la familia’, el yunque, pues. Esos mismos principios que usaba como bandera para marcar distancia del PRI. Ese PRI al que señalaban como el causante de todos los males del País. Pero bastó que se les acabara la gasolina electoral para que, sin pudor alguno, se abrazaran con su eterno rival. Y no por amor a México, sino por amor al poder. Aquella alianza fue el punto donde el PAN rompió con su propia historia. Perdió la brújula moral y se volvió parte del sistema que tanto criticó. Ahora, con el PRI en terapia intensiva y desahuciado, los panistas corren a deslindarse. Dicen que quieren ‘volver a sus orígenesx, que buscan ‘una nueva etapa’. Pero el problema no está en la fachada, sino en el alma. No hay que olvidar que el PAN ya gobernó el País por 12 años. Prometieron el cambio y lo que hubo fue continuidad con otro color. Se vendieron como los que rescatarían la economía, los que acabarían con la corrupción, pero la realidad fue otra: desempleo, desencanto y una ola de violencia que partió en dos la historia de México. Fue en esos años cuando el miedo se instaló en nuestras calles y los discursos de ‘mano firme’ se transformaron en tragedias cotidianas. Hoy quieren culpar a otros de lo que ellos iniciaron. Ahora quieren convencer al País de que volvieron renovados. Hablan de apertura, de ciudadanos, de digitalización, de frescura. Pero cuando uno mira debajo del barniz, sigue encontrando las mismas uñas, los mismos rostros, las mismas mañas. Lo que cambia es el tipo de letra, no el tipo de política. Y para colmo, su nuevo logo —ese que dicen que simboliza un renacer— todavía ni siquiera tiene la bendición del INE. O sea, quieren vender modernidad con un emblema que ni siquiera es legalmente válido. En política, la credibilidad no se mejora con Photoshop. El PAN puede estrenar imagen, jingles y discursos, pero mientras no asuma sus errores, seguirá siendo el mismo partido que prometió el cambio… y terminó entregando más de lo mismo. No está de más decir que esto es a título personal. Fuera de contexto: El Miquixtli llega como un verdadero agasajo para el alma. No es cualquier festival: es la fiesta que nos recuerda que la muerte también florece. Bajo el impulso de la Gobernadora Margarita González Saravia, este año Morelos se viste de tradición, color y orgullo con el lema ‘Mujeres, Raíz, Memoria Viva, Flor Eterna’. Una joya cultural que demuestra que cuando se gobierna con sensibilidad y amor por la tierra, el resultado trasciende generaciones. 6x6: Alberto del Río no se rinde. En los últimos años ha intentado recuperar el brillo que alguna vez tuvo en la lucha libre. Volvió a AAA, se coronó campeón y volvió a sonar su nombre. Pero una cosa es subir al ring… y otra muy distinta volver a la cima. Con la compra de la Caravana Estelar por parte de WWE, más de uno imaginó el regreso triunfal del ‘Hércules Potosino’. Pero no. La puerta sigue cerrada, y no por falta de talento, sino por algo más difícil de reparar: la reputación. WWE anda en plan de empresa moderna, limpia y políticamente correcta. Y el Patrón bueno… carga con un historial de conflictos, escándalos y un expediente legal que no combina con la nueva imagen de la marca. Hoy, lo vemos en un reality show -‘La Granja’- entre la reinvención y el intento de no caer en el olvido. Tal vez sea un movimiento estratégico… o tal vez el último recurso de una estrella que se aferra a la vigencia. ¡Saludos!

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