El piloto mexicano Sergio Pérez volvió a subirse a un monoplaza de Fórmula 1 en un ensayo clave previo a su nueva etapa con el equipo estadounidense Cadillac, que hará su aparición oficial en la categoría en 2026. 

La sesión tuvo lugar en el circuito de Imola (Italia), donde Pérez condujo un auto de Scuderia Ferrari —específicamente un SF-23 de la temporada 2023— con carrocería completamente en negro, en lugar del tradicional rojo de la marca. 

La razón detrás de este test no se centra en la evolución del coche en sí, sino más en la integración operativa del equipo: Cadillac, como escudería nueva, está aprovechando este tipo de pruebas con coches de al menos dos temporadas de antigüedad (normativa TPC) para que el personal (ingenieros y mecánicos) gane experiencia en pista. 

Asimismo, la alianza técnica entre Ferrari y Cadillac permite que la unidad de potencia y otros sistemas del monoplaza sean facilitados por la prestigiosa escudería italiana. Este convenio hace viable que Pérez pilote un Ferrari ahora, pese a que será parte de Cadillac en el futuro. 

Para Pérez, esta maniobra significa volver a familiarizarse con un coche de F1 tras un periodo sin pilotar. Además, le brinda la oportunidad de comenzar a colaborar con los ingenieros y mecánicos que lo acompañarán en su nuevo proyecto deportivo. 

En resumen, este test con una “Ferrari negra” es un paso importante para configurar la operativa del equipo Cadillac de cara a su debut en la F1, así como un regreso importante para Pérez que prepara una nueva etapa en su trayectoria.

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