El 1 de julio de 2025, el telescopio ATLAS en Chile detectó un objeto que resultó muy distinto a cualquier cometa convencional: 3I/ATLAS (también etiquetado como C/2025 N1). Lo que comenzó como una alerta entre muchos cuerpos del sistema solar se transformó en uno de los hallazgos más intrigantes de la astronomía reciente: este cometa tiene origen interestelar, viajando por la galaxia antes de cruzar nuestro vecindario cósmico.

 

Este cometa destaca por varias razones. Su trayectoria es hiperbólica, lo que confirma que no está ligado gravitacionalmente al Sol, y los primeros estudios sugieren que podría ser uno de los cometas más antiguos jamás observados.  Además, algunas observaciones indican que su coma (la nube de gas y polvo alrededor del núcleo) contiene una proporción muy alta de dióxido de carbono respecto al agua, algo poco común en cometas del sistema solar.

 

Las nuevas imágenes captadas por el telescopio Gemini South muestran que el cometa está desarrollando una cola creciente mientras se acerca al Sol. Estas imágenes también revelan la evolución del coma y registran la actividad cometaria en proceso.

 

Frente a estos datos, algunos científicos han planteado hipótesis audaces: ¿qué si 3I/ATLAS no es sólo un cuerpo natural, sino algo más complejo? El astrofísico Avi Loeb, por ejemplo, ha sugerido que ciertas características inusuales del objeto —su tamaño, su velocidad, su comportamiento— podrían interpretar como signos de una sonda extraterrestre, aunque él mismo lo plantea como ejercicio teórico más que como afirmación concluyente.

 

No obstante, la comunidad científica adopta una postura más conservadora. Hasta ahora no hay evidencia de propulsión artificial, emisiones electromagnéticas no naturales ni estructura rígida que descarte su naturaleza natural. Muchos astrónomos consideran que sus características peculiares pueden explicarse por su origen remoto y edad extrema.

 

3I/ATLAS alcanzará su punto más cercano al Sol —perihelio— alrededor del 29-30 de octubre de 2025, a una distancia similar a la de Marte. En su paso no representará peligro para la Tierra; su acercamiento más próximo se estima en unos 1.6 unidades astronómicas (aproximadamente 240 millones de km).

 

En los próximos meses, observatorios como el James Webb Space Telescope, telescopios terrestres y misiones espaciales con capacidad de observación podrían aportar más pistas. Aunque la idea de que se trate de una sonda alienígena captura la imaginación del público, la ciencia aún debe confirmar si 3I/ATLAS es simplemente un viajero antiguo del cosmos o algo aún más asombroso.

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