Esta puede ser la primera vez que los trabajadores del Ayuntamiento de Cuernavaca se queden sin aguinaldo. El martes pasado, el alcalde Antonio Villalobos advirtió que no garantiza el pago de la gratificación decembrina, que para ello el Ayuntamiento no tiene dinero. “Lobito” le está heredando este y otros problemas al alcalde electo José Luis Urióstegui Salgado, quien deberá resolverlos, pero ¿con qué ojos, divina tuerta, si según se ven las cosas Villalobos no le dejará ni para el pago de la primera quincena de enero? Anunciada por el casi ex presidente municipal la campaña anual de descuentos por pagos anticipados del predial, servicios municipales, actas de nacimiento, matrimonio y defunción, infracciones, planos catastrales, licencias de funcionamiento y otros conceptos, se repetirá el cuento del tesorero que entra y le reclama al que se marcha: “nomás me dejaste un peso” y éste le dice: “no lo vi, si lo hubiera visto no lo habría dejado”. El cierre de la administración de Villalobos se asoma como una pesadilla para los cuernavacenses. Habrá más bloqueos de calles como el que la semana pasada hicieron ex trabajadores del Ayuntamiento denunciando que sólo les pagaron la mitad de sus quincenas… SOBRE la Revolución Mexicana y en específico el Plan de Ayala cuyo cumpleaños 110 se cumplió ayer, hay más lugares comunes que verdades históricas. Los menos beneficiados con el reparto de tierras fueron, precisamente, los campesinos, y los sucesivos gobiernos post revolucionarios (incluidos los dos últimos de derecha) abandonaron el campo, a grado tal que los ideales de Emiliano Zapata plasmados en el Plan de Ayala se quedaron en el papel o fueron cumplidos menos que a medias. Otro asunto fue que hasta líderes campesinos se convirtieron en verdugos de sus coterráneos, por la ambición que suscita la paradisiaca tierra morelense. Por haber asistido a las clases de educación básica que el gobierno porfirista instauró en casi todo el país, bajo la dirección del filósofo positivista Justo Sierra, el general Zapata sabía que Hidalgo y Morelos habían tenido sus planes y estrategias políticas para orientar la lucha de Independencia. Por los periódicos que llegaban a Cuautla, también era de su conocimiento que Madero y otros jefes lanzaban manifiestos, artículos y libros para difundir sus ideas. Cuentan los cronistas e historiadores que, recién levantados en armas, palabras más, palabras menos Zapata le dijo al “Profe” Montaño (como le llamaban sus correligionarios): “Compadre, necesitamos decirle a la gente la causa de nuestra lucha, para que no nos digan robavacas...”. Es una obviedad que “Miliano” no redactó una sola línea del Plan. Para él, la esencia de la acción era que las parcelas acaparadas por los hacendados fueran devueltas a las comunidades y pueblos campesinos. Pero del “rollo” teórico no tenía ni idea. De modo que el profesor de educación elemental, Otilio Edmundo Montaño, y el pastor metodista José Trinidad Ruíz (oficio por el cual le decían “Chon El Cura”) redactaron el Plan. Lo empezaron en Tepalcingo y lo terminaron en Ayoxustla, un pueblito de la sierra de Puebla. El Plan de Ayala es un conjunto de “buenas intenciones”, como escribió el historiador John Womack, con una redacción decimonónica de maestro rural y sin una base social amplia, es decir, dejó fuera a trabajadores de las haciendas, como carpinteros, herreros, fogoneros, además de a empleados y obreros de las ciudades. Por ello es que otros historiadores adjudican al Plan de Ayala una esencia eminentemente agraria, no política… (Me leen después)

Por: José Manuel Pérez Durán jmperezduran@hotmail.com 

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