En México a los que dicen ser lo que no son los conocemos con el fonético “dicel”: dice él que es abogado, dice él que es doctor, dice él que es periodista, dice él que es arquitecto, etc., etc. En México hubo una época en la que proliferaron los profesionistas “dicel”, hasta que llegó la era de la digitalización que entre otras cosas hizo difícil la falsificación de la cédula profesional. Algunos casos cayeron en el campo de la anécdota. En Morelos años atrás hubo un litigante la mar de simpático que les advertía a sus clientes: “sin artículo tu amparo te cuesta mil pesos, y dos mil pesos con artículo”. Lo cual era ciertamente un decir, pues el abogado de la anécdota sí cursó la carrera, estaba académicamente muy bien preparado, más no titulado, pues no presentó la tesis que entonces era obligatoria; ganaba la mayoría de los casos que patrocinaba, era un hombre culto y por lo tanto enemigo acérrimo de la ignorancia, un lector incansable de cuanta literatura caía en sus manos, en efecto usurpó la profesión de licenciado en derecho, pero al final de cuentas sabía más que muchos que habían comprado títulos falsos. ¿Dónde? En la plaza Santo Domingo de la Ciudad de México, el lugar de falsificadores de tantas cosas, incluidos los billetes falsos del barrio de Tepito…
En México, el delito de usurpación de profesión se castiga con multa y prisión. Es un usurpador la persona que no tiene título o autorización legal para ejercer, pero se atribuye el carácter de profesionista y, desfachatado, ofrece públicamente servicios profesionales para los que no está legalmente facultado. También es conocido como un intruso profesional, que comete el delito de usurpación. Ésta se configura cuando una persona se atribuye el carácter de profesionista, sin tener título o autorización legal para ejercer una profesión, y además desempeña actos propios de la propia profesión. Los elementos esenciales de este delito son la atribución del carácter de profesionista sin serlo, además de la realización de actos de la profesión y la falta de título o autorización legal.
La respuesta de la consulta a Google es literal, contundente. Señala que la usurpación de una profesión se configura cuando alguien se hace pasar por profesional, realiza actos propios de una profesión sin tener la capacitación adecuada, actuando con la intención de obtener un beneficio o causar perjuicio a terceros. O sea: se ostentan públicamente como lo que no son y, no obstante formar una caterva de ignorantes, es probable que sepan que el Código Penal Federal castiga el delito de la usurpación de profesión con de uno a seis años de prisión y multa que va de 100 a 300 días.
El periodismo puede considerarse tanto un oficio como una profesión, un oficio porque implica habilidades prácticas y experiencia en la recopilación, redacción y difusión de información, y una profesión porque
requiere formación académica, ética profesional y un compromiso con la verdad y el servicio público. En resumen, la usurpación de profesión se configura cuando alguien se hace pasar por profesional, realiza actos propios de esa profesión sin tener la capacitación adecuada y actúa con la intención de obtener un beneficio o causar perjuicio a terceros...
Al respecto me comenta un amigo cercano a la gobernadora Margarita González Saravia: ella conoce personalmente a seudo periodistas que tienen la desfachatez de abordarla en actos públicos, cínicos que le piden selfies para presumirlas en sus redes sociales; ella acepta por educación, “les da el avión”, sabe de varios que se ostentan públicamente como “licenciados” y resultan vulgares delincuentes que maniobran con títulos falsos e inclusive auténticos que compraron en el mercado negro de la Internet… (Me leen mañana).
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