Durante la temporada de lluvias y ciclones tropicales, es común escuchar en los medios de comunicación términos como depresión tropical, tormenta tropical, huracán o ciclón. Si bien todos hacen referencia a fenómenos meteorológicos relacionados, existen diferencias fundamentales entre ellos en términos de intensidad, características físicas y denominación regional. Comprender estas diferencias es clave para una interpretación adecuada de los informes climatológicos y para una respuesta eficaz ante riesgos hidrometeorológicos.
Una depresión tropical es el nivel más básico dentro del desarrollo de un ciclón tropical. Se trata de un sistema organizado de baja presión con circulación cerrada y vientos sostenidos inferiores a 63 kilómetros por hora. Aunque se considera de baja intensidad, puede provocar lluvias significativas y, en condiciones favorables, evolucionar a una tormenta o huracán. Su presencia suele estar acompañada de nubosidad densa y precipitaciones continuas.
Cuando los vientos sostenidos aumentan y se ubican entre los 63 y 118 kilómetros por hora, el sistema se clasifica como una tormenta tropical. En esta etapa, las lluvias se vuelven más intensas y los vientos adquieren fuerza suficiente para causar afectaciones en áreas urbanas y rurales. A partir de este momento, el fenómeno recibe un nombre oficial, conforme a las listas establecidas por la Organización Meteorológica Mundial. Las tormentas tropicales pueden generar inundaciones, interrupción de servicios y afectaciones en infraestructura ligera.
Cuando la velocidad de los vientos sostenidos rebasa los 119 kilómetros por hora, el fenómeno adquiere la categoría de huracán, tifón o ciclón tropical, dependiendo de la región geográfica en la que se origine. En el caso del Océano Atlántico y el noreste del Pacífico, se utiliza el término “huracán”; en el noroeste del Pacífico, el término es “tifón”; mientras que en el océano Índico y el sur del Pacífico, se emplea “ciclón tropical”. A pesar de los distintos nombres, todos comparten las mismas características estructurales y potencial destructivo.
Estos sistemas de alta intensidad son capaces de producir lluvias torrenciales, marejadas ciclónicas, deslizamientos de tierra y vientos de gran poder destructivo. La peligrosidad de un huracán se clasifica mediante la Escala Saffir-Simpson, la cual contempla cinco categorías, siendo la categoría 5 la de mayor impacto.
Cabe mencionar que el término ciclón, utilizado de forma general, puede referirse a cualquier sistema de baja presión con circulación cerrada, lo que incluye tanto fenómenos tropicales como extratropicales. Por esta razón, en informes técnicos y científicos es común encontrar el término “ciclón tropical” como denominador común de todos los sistemas que evolucionan desde la depresión hasta el huracán.
El conocimiento técnico y preciso de estos fenómenos es esencial para comprender la información emitida por instituciones como el Servicio Meteorológico Nacional, la Comisión Nacional del Agua y los sistemas de protección civil. Una ciudadanía informada puede actuar de manera oportuna y contribuir a la reducción de riesgos ante eventos climáticos extremos.
