La Secre­ta­ría de Salud llama a iden­ti­fi­car seña­les tem­pra­nas de los tras­tor­nos ali­men­ta­rios más fre­cuen­tes como el con­sumo de laxan­tes, ayu­nos pro­lon­ga­dos, ais­la­miento social, cam­bios brus­cos de ánimo, y la adop­ción súbita de die­tas res­tric­ti­vas sin sus­tento médico o nutri­cio­nal.

La coor­di­na­dora de la Clí­nica de la Con­ducta Ali­men­ta­ria del INPRFM señaló que estos pade­ci­mien­tos afec­tan prin­ci­pal­mente a ado­les­cen­tes entre 10 y 19 años, y en mayor pro­por­ción a muje­res.

En el Día Inter­na­cio­nal de la Lucha con­tra los Tras­tor­nos de la Con­ducta Ali­men­ta­ria este 30 de noviem­bre, la espe­cia­lista men­cionó que la ano­re­xia, la buli­mia y la ali­men­ta­ción com­pul­siva son los pade­ci­mien­tos más fre­cuen­tes.

Explicó que el ori­gen de estas con­duc­tas puede ser gené­tico y se pue­den obser­var a tra­vés de un tem­pe­ra­mento ansioso, per­fec­cio­nista, o tam­bién físico, como bajo peso o haber pade­cido sobre­peso u obe­si­dad desde la infan­cia.

Aña­dió que exis­ten tam­bién fac­to­res de riesgo psi­co­so­cial, entre ellos bull­ying, abuso sexual y la idea refor­zada desde algu­nos entor­nos fami­lia­res de que un cuerpo del­gado repre­senta éxito.

La coor­di­na­dora exhortó a madres y padres de fami­lia a man­te­nerse aten­tos ante seña­les tem­pra­nas. Estas con­duc­tas, advir­tió, pue­den afec­tar gra­ve­mente la capa­ci­dad del cuerpo para reci­bir los nutrien­tes nece­sa­rios y pro­vo­car daños en el cora­zón, apa­rato diges­tivo, hue­sos y salud bucal.

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