De “Ill Piccolo Peccato”, García Márquez escribió; “Un precipicio domesticado con siete niveles unidos por una escalera tentacular que desciende hasta los trópicos, entre plantas de flores bulliciosas y pájaros alucinados, con vista sobre la vasta selva sur”. “Mas abajo, las habitaciones que fueron el estudio del pintor Abel Quezada son “Un amplio invernadero de vidrios siderales por donde puede verse en los días festivos de diciembre, el vasto Océano Pacifico hasta las nieves del Fujiyama. A lo que Marc Pariente agregó: “Es solo con los ojos cerrados que de verdad pueden verse las cosas: No hay nieve ni océanos en casa Tamayo, pero no existe otra descripción más realista”. En el antiguo camino a Acapatzingo que baja de la calle Humboldt al Puente de la Emperatriz y sube hacia ese pueblo, se ubican varias casas del pasado siglo, una es en la que vivió el muralista Diego Rivera con Frida Kahlo en los años cuarenta. Otra la que habitó el pintor Rufino Tamayo en los sesenta, lo que a principios de esta década dio el nombre a esa calle. Entre los dos inmuebles estaba la casa del actor ruso Yul Brynner y atrás de las tres la casa de Walt Disney. La casa de esta narración es en la que vivió Abel Quezada, el famoso historietista y escritor quien utilizó sus caricaturas como medio de crítica social El proyecto de esa casa es del escenógrafo Pepe Mendoza (homónimo del arquitecto cuernavacense) -quien también realizó casas de famosos como la de María Félix que está enfrente y al otro lado de esa profunda barranca-. Esta casa era originalmente para Rufino y Olga Tamayo, sin embargo, en 1980, Yolanda Rueda de Quezada -esposa de Abel- recompra el proyecto y en los años ochenta la construye. El matrimonio de Yolanda y Abel Quezada recibía en esa casa a los presidentes de México y a todos los notables de la cultura y el espectáculo, casa donde se tomaron decisiones de interés cultural nacional. Para todos los artistas de la época, el disfrute de la hospitalidad y de la admirable conversación de doña Yolanda, -a quien conocí y traté en muchas ocasiones- se volvería como el inicio de su triunfo artístico. A la muerte de don Abel y después de doña Yolanda. Marc Pariente, fue apoyado por los embajadores de Italia, Francia y Grecia, también asiduos a esta casa, para que Marc la comprara. Es así como Marc es nombrado corresponsal oficial consular de la embajada de Italia en Morelos y esa casa se convierte en consulado de Italia y “locus” de los intelectuales, del poder político y económico del momento. Los visitantes asiduos eran; el conde Rossi di Montelera dueño de la vitivinícola Martini & Rossi; Mario Moreno “Cantinflas”; Álvaro Mutis; los jóvenes Bonaparte; la Princesa Beatriz de Savoia, hija del último rey de Italia, junto con Azaea su hija y el resto de esa familia real, cuya casa estaba metros al norte de la de Diego Rivera. Después se agregarían; Rafael Cauduro; Pedro Friedeberg; Rafael Coronel y el escultor Víctor Contreras. Cuando “El Piccolo Peccato” -que había sido “La Pancha” en 1985; después “La Hostería del Gabo” en el año ‘90-, fue insuficiente para recibir tantos amigos y personalidades; se amplió a un nuevo proyecto construido en la contra esquina de la casa que fue de Diego Rivera llamado “La Citta Delle Donne” como homenaje a todas las mujeres protagonistas que habían honrado a Marc con su amistad como, María Félix, Elsa Aguirre y todas las que decoran nuestras ciudades y nuestras culturas El Piccolo Peccato nace en Cuernavaca como consecuencia del espíritu de convivialidad de “Todos con Todos” que por treinta años tenía ya el restaurante La Cosa Nostra en Polanco, quedando como el land-mark de una cierta manera de vivir en México. Así es como, en Polanco y Cuernavaca, Marc junto con su maestro e inspirador, y después suegro, el Doctor Roberto Wallentín Springer forjaron y coleccionaron su amistad cercana con los grandes personajes del México de entonces y de los protagonistas alcanzables de la escena internacional que amaban a nuestro país, ademas de Enrique Krauze, Luis Spota, Alberto Isaac, Enrique Castillo Pesado, Alberto Misrachi, Manuel Ávila Camacho, hijo de Maximino. Todos los intelectuales de “polanquito,” por lo menos los fines de semana, se trasplantaban a calle Rufino Tamayo número 26 alrededor de un salpicón de pato: Los más afortunados encontraban hospedaje en el Piccolo Peccato, o tenían que recurrir a la hospitalidad de los amigos en Cuernavaca. Lo cierto es que se formó una comunidad de artistas, intelectuales, de poderosos políticos, de extranjeros italianos y franceses, de bellísimas mujeres protagonistas de la vida social mexicana y entusiastas del conocido “Social Mix de calle Tamayo”. Solo por citar algunos otros: el presidente de Francia Giscard d’Estaing, los “premios nobel” García Márquez, Mario Molina, Rigoberta Menchú, Octavio Paz, Carlos Fuentes; además de Rufino Tamayo; Juan Soriano; Nadine Rothschild; María Félix y gobernadores, más motivados por su curiosidad que por el incremento de su poder político, y los escritores, y artistas que sentían el encanto de la Ciudad de la Eterna Primavera. Así es como vive este grupo sociocultural -al que he sido incluido- es, solo uno, entre otros, que han hecho de Cuernavaca una “Ciudad de intelectuales”. ¡Hasta la próxima!
