En muchas ciudades del mundo existen túneles secretos que fueron construidos a fin de esconderse o escapar en caso de conflicto bélico o a fin de trasladarse de un punto a otro de forma oculta. Incluso existen ciudades subterráneas, como en Nápoles, Italia, o en Derinkuyu, Capadocia, Turquía. Podemos ver muchos ejemplos en un programa de televisión de History Channel llamado “Ciudades ocultas” (o Ciudades del Inframundo o Bajo Tierra, según la traducción). Pero ¿realmente existen túneles secretos en Cuernavaca, construidos intencionalmente para escapar o moverse por la ciudad sin que nadie se dé cuenta?
Desde niño he escuchado las historias de la existencia de esos túneles. Y mi espíritu explorador me ha llevado a buscarlos.
Por ejemplo, muchas veces escuché la versión de la existencia de un túnel que iba de la Catedral de Cuernavaca, al Palacio de Cortés. Cuando tenía unos 22 años (1982) de vez en cuando servía como acólito al obispo de Cuernavaca, Don Sergio Méndez Arceo, por lo que participaba en las misas dominicales. En la parte de atrás del presbiterio había una bodega a la que los acólitos llamábamos “El Cielo”, debido a que ahí se encontraban todos los santos y pinturas que se habían quitado en la remodelación de 1959. En ese mismo lugar se encontraba una escalera que bajaba a lo que parecía un sótano oscuro y lúgubre. Los acólitos pensábamos que eran pasillos ocultos o túneles, así que un buen día decidimos tomar algunos cirios y velas para alumbramos a fin de indagar qué había
ahí. Así que con mucho miedo y precaución bajamos al misterioso lugar a escondidas. Nos encontramos con que eran las antiguas catacumbas de catedral. Ahí estaban cajas funerarias con esqueletos, algunos eran de niños, aún con antiguas vestimentas. También había una pequeña montaña de huesos humanos y una gran fosa vacía, pero no había ningún túnel o rastro de éste. Ese lugar fue remodelado por el año 2000 (si no mal recuerdo), cuando lo convirtieron en una capilla con criptas y un mausoleo para los obispos.
Cuando estaba en la secundaria, mis compañeros y yo nos metíamos a explorar en la barranca de Analco, en ese lugar entrábamos a varios túneles que existen en ese lugar, pero resulta que eran antiguas minas de arena que habían sido explotadas muchos años atrás. Su arena sirvió para construir muchas casas de nuestra ciudad y es muy peligroso entrar a ellas, debido a que se pueden venir abajo con mucha facilidad. ¡Realmente nos arriesgamos!
También con el Consejo de Cronistas entramos a lo que fue una mina de arena que estaba en Acapantzingo. La boca de la vieja mina se encontraba en un gran terreno baldío, junto a la barranca de Amanalco. Era un hueco en el suelo por donde tuvimos que bajar en forma vertical unos 5 metros mediante una escalera de aluminio. Al llegar al irregular suelo de la mina sentimos inmediatamente el húmedo y caluroso ambiente. Encendimos nuestras linternas tratando de analizar las condiciones en que se encontraba la mina y evaluamos el nivel de peligro. Inmediatamente iniciamos el recorrido por los intrincados pasillos llenos de rocas sueltas, que en algunas partes podían llegar a los 6 metros de ancho y hasta 5 metros de alto.
Observamos a los pequeños insectos que se han adaptado al ambiente húmedo y de oscuridad total que existe en ese lugar. Había una especie de ciempiés completamente blanco, como muchos animales de cuevas que no tienen pigmentación, ya que no necesitan protegerse de los rayos del sol. También vimos un impresionante hormiguero de 1.5 metros de alto, en el hormiguero se podía ver una especie de espuma que creemos son los hongos que producen para alimentarse de ellos y que crecen en sus colonias.
En la mina había pequeños musgos y algunas plantas que germinaron en la oscuridad y cuya semilla quizás llegó mediante el excremento de los murciélagos que utilizan la mina como cobijo y que revoloteaban inquietos por nuestra presencia.
Una de las cosas que más nos sorprendieron fueron unas largas y gruesas raíces que caían del techo. Quizás eran de enormes árboles de hule que estaban en la superficie. Las raíces se extendían caprichosamente por el piso de las galerías, por más de 20 metros buscando los lugares más húmedos. A pesar de que estuvimos un buen tiempo explorando los túneles, nunca llegamos al final de la mina.
Continuará…