En una época marcada por el fervor nacionalista tras la Revolución Mexicana, el gobierno de México se embarcó en un audaz experimento cultural: reemplazar al icónico Santa Claus, símbolo de la Navidad importado de tradiciones anglosajonas, por Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, deidad prehispánica que representa la sabiduría, la creación y la renovación en la mitología mesoamericana.
Este intento, ocurrido en 1930 durante la presidencia de Pascual Ortiz Rubio, no solo buscaba fortalecer la identidad nacional, sino también combatir la influencia extranjera en las festividades decembrinas. Aunque duró solo una Navidad, este episodio revela las tensiones entre tradición, modernidad y política en el México posrevolucionario.
El contexto histórico: Nacionalismo posrevolucionario y el rechazo a lo extranjero
La Revolución Mexicana (1910-1920) dejó un legado de búsqueda de identidad. En los años 20 y 30, el gobierno promovió el "indigenismo", un movimiento cultural que exaltaba las raíces prehispánicas para unificar al país y diferenciarlo de influencias europeas y estadounidenses.
Santa Claus, popularizado en México a inicios del siglo XX gracias a la publicidad de empresas como Coca-Cola y grandes almacenes, era visto como un intruso cultural. Su imagen –un hombre barbudo en trineo, rodeado de nieve y renos– contrastaba con la realidad tropical y mestiza de México.
El presidente Pascual Ortiz Rubio (1930-1932), un político conservador pero influido por el nacionalismo revolucionario, impulsó políticas para "mexicanizar" las tradiciones. Según archivos históricos, la idea surgió en una comida privada el 26 de noviembre de 1930, donde el secretario de Educación Pública, Carlos Trejo y Lerdo de Tejada, conversó con el mandatario. Al día siguiente, Trejo anunció públicamente: "Ayer tuve el honor de comer con el señor Presidente de la República y durante la comida acordamos la conveniencia de sustituir el símbolo de Santa Claus por el de Quetzalcóatl, divinidad que sí es mexicana".
Esta declaración, publicada en los principales diarios como El Universal y Excélsior, marcó el inicio de la campaña.
No era solo un capricho: el gobierno veía en Quetzalcóatl un símbolo perfecto. En la mitología tolteca y azteca, esta deidad era creadora del hombre (mezclando sus huesos con sangre divina) y promotora de la agricultura y las artes. Sustituirlo por Santa Claus alineaba la Navidad con el "renacimiento" nacional post-Revolución, desvinculándola de sus raíces cristianas y extranjeras.
Además, se buscaba desplazar no solo a Santa, sino también a los Reyes Magos, figuras bíblicas que dominaban las celebraciones mexicanas hasta entonces.
El anuncio y la preparación: Una Navidad "indigenista"
El 27 de noviembre de 1930, el decreto presidencial formalizó la iniciativa. Invitaciones oficiales se distribuyeron en escuelas públicas, instando a los niños a escribir cartas a Quetzalcóatl en lugar de Santa.
La prensa reportó que el gobierno organizaría un evento masivo el 23 de diciembre en el Estadio Nacional, ubicado en la Colonia Roma de la Ciudad de México (demolido en 1949 para dar paso al Estadio Olímpico).
La preparación fue meticulosa:
- Escenografía: Se construyó una réplica de pirámide teotihuacana en el centro del estadio, simbolizando el Templo de Quetzalcóatl en Teotihuacán.
- Participantes: Danzantes aztecas, mujeres tehuanas (de Oaxaca) y "sacerdotes" prehispánicos animarían el evento.
- Regalos: El gobierno destinó fondos para distribuir juguetes, dulces y ropa a miles de niños, priorizando a familias humildes.
- Presencia oficial: El presidente Ortiz Rubio y su esposa, Josefina Ortiz de Ayala, presidirían la ceremonia. Josefina, vestida como una figura indígena, ayudaría en la repartición.
Datos clave de la logística:
- Presupuesto estimado: Alrededor de 50,000 pesos de la época (equivalentes a unos 200,000 dólares actuales, ajustados por inflación).
- Asistencia prevista: 15,000 personas, incluyendo niños de escuelas públicas y orfanatos.
- Cobertura mediática: Diarios como El Universal publicaron fotos y crónicas, destacando el "renacer indígena" de la Navidad.
En redes sociales modernas como X (antes Twitter) y Facebook, usuarios reviven esta historia anualmente. Por ejemplo, posts de @Cuauhtemoc_1521 describen el evento con imágenes históricas, acumulando miles de interacciones.
En Facebook, páginas como "Cultura Azteca y Maya México" comparten testimonios de que el objetivo era "alejar la influencia estadounidense".
El gran evento: Quetzalcóatl desciende en el Estadio Nacional
El 23 de diciembre de 1930, el Estadio Nacional se transformó en un escenario prehispánico. Miles de niños marcharon por las calles de la Colonia Roma, cantando el Himno Nacional mientras ondeaban banderas mexicanas.
La ceremonia comenzó con bailes tradicionales y representaciones de mitos toltecas. Quetzalcóatl, representado por un actor o posiblemente por la primera dama en un rol simbólico, ascendió la pirámide y distribuyó regalos. Según crónicas de Excélsior, se entregaron más de 10,000 juguetes y paquetes de ropa. El presidente Ortiz Rubio pronunció un discurso: "Que los niños mexicanos aprendan a valorar su herencia, no la de extranjeros".
El evento duró varias horas y fue calificado como un "éxito" por la prensa oficial, con 15,000 asistentes.Testimonios de la época, rescatados en archivos como el del Archivo General de la Nación, describen escenas jubilosas: niños emocionados recibiendo pelotas, muñecas y dulces de manos de "la serpiente emplumada". Sin embargo, no todo fue armonía.
Reacciones y controversias: ¿Blasfemia o orgullo nacional?
La iniciativa generó un torbellino de opiniones. Sectores católicos la tildaron de "antirreligiosa", argumentando que desvinculaba la Navidad del nacimiento de Jesús.
Caricaturas en periódicos opositores mostraban a Quetzalcóatl confundido en un México católico. La Iglesia Católica, aún en tensión con el Estado tras la Guerra Cristera (1926-1929), vio en esto un intento de secularizar las fiestas.
Por otro lado, intelectuales como José Vasconcelos (exsecretario de Educación) apoyaron la idea, viéndola como parte del "renacimiento indígena". En el ámbito comercial, tiendas como Liverpool y Palacio de Hierro adaptaron sus anuncios: "Regalos de Santa, Reyes o Quetzalcóatl".
En redes actuales, el debate persiste. Posts en X como el de @Omnissiah131031 (con 77 likes) narran la historia con humor: "Les contaré cómo el gobierno quiso reemplazar a Santa por Quetzalcóatl".
En Facebook, grupos como "Ring de Milenario" critican el "ultranacionalismo" que ignoró las raíces cristianas de México.
El legado: Por qué fracasó y qué nos enseña hoy
A pesar del impacto inicial, la iniciativa no se repitió en 1931. Razones:
- Resistencia cultural: Santa Claus, impulsado por la globalización y la publicidad, ganó terreno. Para 1940, era omnipresente en México.
- Cambio político: Ortiz Rubio renunció en 1932 en medio escándalos; su sucesor, Abelardo L. Rodríguez, no priorizó el indigenismo navideño.
- División social: El experimento alienó a clases medias y católicas, que preferían tradiciones familiares.
Hoy, esta historia es una "curiosidad histórica" que ilustra el poder de la cultura en la política.
En un México multicultural, recuerda la fusión de lo prehispánico y lo cristiano en fiestas como el Día de Muertos.
¿Imaginas una Navidad con serpientes emplumadas en lugar de renos?
