La noticia corrió como reguero de pólvora por toda Cuernavaca, llegando hasta las moradas más humildes, ¿ya te enteraste? ¡Murió el señor Morrow! Todos recordaban con sincero cariño a ese ilustre desaparecido, que supo conquistar el respeto y estimación de todos los cuernavecenses, sin distinción de clases, haciendo a un lado su alta investidura. Era un hombre bueno que como el más modesto ciudadano recorría las calles y lugares de esta ciudad. Dwight Whitney Morrrow, era en ese entonces senador republicano de Estados Unidos y su muerte ocurrió el 5 de octubre de 1931.

Junto con su esposa Elizabeth Morrow fue un devoto de Cuernavaca, a donde llegaron por primera vez en el verano de 1927. Había sido nombrado por el presidente Calvin Coolidge embajador de Estados Unidos en México y el ministro británico en México, Sir Esmond Orey, los invitó a pasar un fin de semana en su casa de Cuernavaca. ¡Se enamoraron del lugar!, así que decidieron comprar una casita en la calle de Arteaga y después tres lotes aledaños, en donde construyeron una hermosa residencia. La construcción duró 7 meses y cada fin de semana llegaban para supervisarla y con ansiedad le preguntaban al albañil encargado de la obra –Pancho ¿Cuándo terminarán, esto o aquello? - la respuesta era siempre la misma: “Mañana, señor embajador, mañana” Así que a la casa la bautizaron con el nombre de “Casa Mañana, por Pancho el Arquitecto año 1928”, según se puede apreciar aún en una placa que se encuentra afuera de la casa. Esta propiedad permaneció abandonada por mucho tiempo hasta que fue rescatada, y que actualmente es un conocido restaurante, “La India Bonita”.

Morrow fue un embajador que se caracterizó por establecer un espíritu de cooperación entre los dos países. Durante la guerra cristera sirvió como intercesor entre el gobierno mexicano y la iglesia para terminar el conflicto. Se entrevistó con los representantes de la iglesia y el presidente Portes Gil declaró que los cultos podrían reiniciarse en el momento en que los sacerdotes así lo dispusieran, siempre y cuando se sujetaran a la ley vigente. La iglesia solicitó instrucciones a El Vaticano y la respuesta fue pactar una solución pacífica. Morrow tomó las posturas de las partes y redactó finalmente los términos en que se lograrían los arreglos llamados “modus vivendy”, dando fin a esa guerra civil.

Morrow demostró afecto por esta ciudad pagando de su bolsillo los $30,000.00 pesos de esa época que costaron los murales que pintó Diego Rivera en el Palacio de Cortés. También apoyó para la construcción de una escuela de artes y oficios en el pueblo de San Antón.

El 13 de diciembre de 1927, el primer hombre en cruzar el Atlántico por vía aérea, Charles A. Lindbergh, viajó en su avión “Spirit of St. Louis” desde Washington hasta la Ciudad de México, sin escalas. Aterrizó en el aeropuerto de Balbuena en donde fue recibido por el presidente Plutarco Elías Calles, parte de su gabinete y el embajador Morrow. Lindbergh permaneció en nuestro país varios días. El 23 de ese mismo mes viajó a Cuernavaca, volando su avión desde la capital hasta Cuernavaca, aterrizando en la Loma del Carril. Se hospedó en el entonces hotel Jardín Borda y al día siguiente regresó a la ciudad de México a pasar la Navidad en la embajada, en donde conoció a la hija del embajador Morrow, Anne, con quien se casó en 1929.

En septiembre de 1930, Morrow decidió regresar a Estados Unidos para lanzar su candidatura como Senador por Nueva Jersey. Para despedirse de sus vecinos cuernavecenses, él y su esposa trajeron un cargamento de juguetes que repartieron entre los niños de la ciudad.

El domingo 24 de marzo de 1935, a las 12 horas, la ciudad de Cuernavaca, en una sencilla ceremonia, le rindió un homenaje a la memoria del embajador Morrow, su viuda , vivamente emocionada, acompañada por el secretario de gobernación Juan de Dios Bojórquez, del gobernador José Refugio Bustamante, del embajador de Estados Unidos en México Mr. Josephus Danielus, del presidente municipal de Cuernavaca Julio Adán y de una selecta concurrencia, develó la placa con el nombre de Dwight W. Morrow, en la calle en que vivieron y que durante muchos años se llamó General Arteaga (de la calle de Morelos a Degollado), como digno homenaje a un extranjero que dejó huella en nuestra ciudad.

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