“El Manuscrito Extraviado” es una obra sobre uno de los grandes personajes de Mesoamérica: el último emperador mexica, su vida y su relación de amistad con un sacerdote flamenco.

Según nos explica el libro, la historia de Cuauhtémoc, icono de nuestra nacionalidad, está difuminada en la historia oficial y conocerla no es solamente necesario, sino esencial para conocer su dignidad, especialmente en la etapa que va de su confinamiento de más de cuatro años hasta su condena y muerte.

La asombrosa amistad con Fray Juan de Tecto da forma a un episodio digno de formar parte de nuestra reminiscencia histórica: la disposición amistosa, el encuentro de dos mundos disímbolos, la aceptación del otro, el aprecio sincero por los naturales, en medio del terror desatado por la guerra de la conquista.

La historia, patrimonio de los vencedores, intentará extraviar la presencia de Fray Juan de Tecto, pero las crónicas indígenas y la tradición oral conservarán con empecinamiento su presencia y sacrificio en los momentos de condena y muerte de Cuauhtémoc y atarán la historia del fraile flamenco con la del último señor de Tenochtitlán, en el punto donde se entretejen las leyendas.

Escudriñar esa historia, para ganar en gozo y acuerdo, es el cometido de Eduardo Aguilar Zarandona: una manera de aceptar sin jactancias nacionalistas, nuestro verdadero rostro y entender el papel sustancial en el concierto del nuevo siglo.

Es un libro escrito en una prosa excelente, que nos da un conocimiento de parte de la historia extraviada por la conquista. Como podemos entender, el complemento de distintas culturas forma notables civilizaciones. Cada rincón del mundo, ahora con la modernidad, podemos darnos cuenta de que posee tesoros insospechados, que se revelan en su espléndida pureza, y apreciarlos es parte de la herencia de la humanidad; en la admiración nos integramos como seres globales, en el gozo del caudal humano la tarea pareciera compartir y abrir los ojos a lo diferente con asombro y respeto.

Esta novela es una maravillosa descripción de la amistad de dos individuos sobresalientes, el ultimo Tlatoani de México-Tenochtitlan el señor Cuauhtemotzin, y Johannnes Deckkers o fray Juan de Tecto, ambos con distintas formaciones bien cimentadas, su amistad y relación sorprendente en los momentos de la caída del imperio Mexica.

Juan de Tecto fue un destacado estudioso, en contacto con personajes influyentes en la historia, la política y la cultura de Europa en el siglo XVI. Su compromiso como religioso y pensador lo lleva a ansiar una evangelización respetuosa del Nuevo Mundo. Su capacidad de asombro para percibir las formas originarias de la Nueva España le permitió regocijarse con la tierra, la gente y las sociedades con las que tuvo contacto.

Acercarnos a Cuauhtémoc, fuera del estereotipo de figura nacional, nos permite entender sus valores. La última etapa de su vida es poco conocida, desde su confinamiento de casi cuatro años hasta su muerte.

La amistad entre Tecto y Cuauhtémoc creó un momento de complementariedad ejemplar; ambos se acoplaron a nuevas y distintas formas de pensamiento con generosidad y comprensión, cristalizando un fenómeno cultural destacable.

Los mexicanos que amamos nuestra historia y nos sentimos orgullosos de nuestras civilizaciones mesoamericanas, conscientes de su importancia y sabiduría; de la maravillosa raza de bronce, que es base fundamental de nosotros mismos, a pesar de que la globalización y la cercanía del vecino del norte nos haga tanto daño en lo que respecta a la apreciación de la mexicanidad.

Por ello es fundamental el conocimiento, no sólo de la versión oficial de nuestra historia, sino el conocimiento que de manera oral ha venido pasando de generación en generación a través de nuestros ancestros.

Los que ya peinamos canas y nos hemos adentrado en la práctica de la historia, nos damos cuenta de que ésta la escribe cada uno de los autores de acuerdo a su punto de vista y sus intereses; sabemos que la objetividad para los relatos es algo profundamente difícil, por ello es muy importante que podamos, con publicaciones como ésta, ver un nuevo punto de vista de lo que pasó con la conquista de nuestras tierras, ya que la versión oficial sabemos que quita lo que no les conviene revelar a los ganadores.

Un ejemplo es la respuesta de doña Amalia Castillo Ledón a las cartas de relación de Cortes.

Por lo que nos debe de quedar muy claro que no todo es tan romántico y fácil como nos lo enseñaron, y la lectura de este excelente libro, que está escrito con una extraordinaria prosa y que retoma momentos poco conocidos, como lo sucedido en Itzamkanac, donde se terminó con la vida de nuestro verdadero y último emperador mexica.

Por eso es una lectura que cualquier mexicano orgulloso de su raza no debe perderse. ¿No cree usted?

 

Teodoro Lavín León
totolavin@outlook.com

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