Con la llegada del ferrocarril a Cuernavaca en 1897, se inició una de las tradiciones importantes en la ciudad, algo que le dio una fama inesperada a la llegada de turistas, dice Valentín López González en su libro “Cuernavaca Visión Retrospectiva de una Ciudad”; el gran movimiento de la población flotante que se produjo en la ciudad durante los primeros meses que siguieron al establecimiento del transporte ferroviario evidenció la absoluta ineficiencia de la comunicación existente entre la estación y el centro de la ciudad.

Por ello, el gobernador Alarcón resolvió abrir una vía de comunicación entre estos puntos en condiciones que permitieron establecer sobre ella los rieles para un servicio de tranvías de mulitas, que se hacía indispensable para la rapidez y comodidad del tráfico entre la estación y el centro.

El famoso carro de mulitas, al que sólo lo jalaba una, se realizó con grandes dificultades debido a que debía de atravesar la barranca de Amanalco, donde se construyó el puente Porfirio Díaz. La calzada medía un kilómetro ochocientos diez metros hasta la unión con la calle de Matamoros, la que atravesaba para llegar a la de Morelos, donde en sentido contrario a como ahora se encuentra la circulación bajaba hasta la calle de Hidalgo frente a la Catedral de Cuernavaca, bajaba por toda la calle de Hidalgo, daba vuelta en la glorieta de Pacheco frente al Palacio de Cortes para pasar alrededor del Zócalo y llegaba a su destino frente al Hotel Bella Vista, en la plaza Juárez de Cuernavaca frente al kiosco.

Este transporte fue muy popular y no se dio en muchas ciudades y era un medio rápido y eficaz para llegar al Centro de la ciudad.

En esa época, las obras públicas se conocían con toda claridad y donde las concesiones eran conocidas por todos, para lo que firmó un contrato entre el secretario de Gobierno Luis Flores y Caso, en representación del ejecutivo del estado, y el norteamericano William T Pichart, para construir y explotar por su cuenta, o por la compañía que organizara los tranvías de Cuernavaca, como lo hace constar en su informe el coronel Manuel Alarcón, en su informe trascribió el contrato mencionado para hacerlo del conocimiento público, el que fue firmado el 13 de febrero de 1899, en Cuernavaca.

El contrato es claro al señalar que se autoriza que conecte la estación con el centro de la ciudad y los ramales que crea sean convenientes. 

El circuito que se formó era de la Plaza Juárez a la calle Comonfort, a la calle de Hidalgo, de ahí a la Avenida Morelos y se enlazaba con la calle de Matamoros de donde salía una vía por la calle ahora de Leandro Valle hasta la estación.

Dicha concesión fue otorgada por cincuenta años, quedando claro que podía utilizar las calles y avenidas siempre y cuando tuvieran la amplitud requerida, pero que éstas eran propiedad del estado.

Algo singular es que en una de sus cláusulas el contrato en la undécima dice: “El servicio de tranvías a que se refiere este contrato será por tracción de sangre. El concesionario podrá adoptar algún otro sistema que no sea el de vapor, siempre que lo acepte el Gobernador del Estado”.

La primera tarifa fue de seis centavos en primera y en segunda cuatro centavos por viaje.

La operación del tranvía de mulitas fue interrumpida varias ocasiones por el movimiento revolucionario, reanudándose con regularidad hasta cerca de 1928 y todavía a principios de la tercera década del siglo pasado.

El transporte empezó a desaparecer en 1920, cuando el uso de los coches Ford inició la competencia; esos famosos carros de pedales hacían el mismo recorrido que el transporte de mulitas.

Ahora sólo nos queda el recuerdo, el grupo de los Cuernavacos lo ha hecho parte de su imagen. Éste es un recuerdo de lo bello que era Cuernavaca. ¿No cree usted?

El legendario Plácido Domingo interpreta un nuevo rol de barítono en el Met de New York, ya que continúa la temporada de ópera en enero, con el “Nabucco” de Verdi, primorosa obra que exalta la lucha por la libertad del pueblo. Esto podrá ser visto el sábado 7 de enero, a las 12:00 del día.

El director musical del Met, James Levine, dirigirá uno de los primeros dramas de Verdi situado en la Antigua Babilonia: “Nabucco”, con Plácido Domingo sumando un nuevo papel a su repertorio de protagonistas. Liudmyla Monastyrska cantará el papel tour-de-force de Abigaille, la obstinada hija de Nabucco, guerrera decidida a gobernar imperios, y Jamie Barton en el papel de la heróica Fenena; Russell Thomas como Ismaele, y Dmitri Belosselskiy como el profeta Zacarías, la voz estentórea del pueblo hebreo oprimido.

 

Sábado 7 de enero transmisión directa desde el Met, en pantalla gigante de alta definición, en el Auditorio del IMTA, al mediodía. Paseo Cuauhnáhuac 8532, Jiutepec, Morelos. Amigos de la Música invita, no se lo pierda.

 

Por: Teodoro Lavín León

lavinleon@gmail.com / Twitter: @teolavin

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