1.
Hace tiempo que quiero escribir algo sobre los beneficios del arte, pero por alguna extraña razón, se me agolpa la emoción cada vez que quiero comenzar, enumerar y ordenar las ideas que me habitan desde niña. A eso añádale que durante años he ido subrayando frases en libros y más recientemente guardando páginas electrónicas además de los consabidos papelitos que va una juntando cuando el tema conmueve. Estoy segura de que algún día podré armar un libro que nos apoye a quienes hemos decidido dedicarnos al arte, dejando atrás otras opciones laborales, seguramente más redituables. Mientras, comienzo y desisto de la tarea, porque además el tema -la historia del arte como profesión- me provoca una cosa parecida al Síndrome de Stendhal, ese supiritaco que le dio al escritor cuando se emocionó estando de visita en Roma, ante tanta belleza.
Obviamente, para hablar de la utilidad del arte hay que echar mano del librito del italiano Nuccio Ordine, titulado “La utilidad de lo inútil” (claro, que es un oxímoron), en el que hilvana valiosos argumentos de famosos pensadores sobre los beneficios de este fruto de la creatividad humana. El autor comienza aclarando que lo útil en este caso no se mide en dinero, ni resulta práctico. Cita a Heidegger, para quien la utilidad del arte está en lo curativo, porque lleva al ser humano a sí mismo; cita a Víctor Hugo quien hace una defensa del presupuesto para cultura en 1848, diciendo que la crisis no se supera recortando los fondos para cultura, sino duplicándolos y por supuesto menciona el prefacio en el que diez años antes, Théophil Gautier sienta las bases de lo que llegará a ser el manifiesto del llamado “arte por el arte”. Este volumen en es un arma que debemos memorizar para defendernos de quienes nos tildan de románticos e idealistas.

2.
Pero además están los argumentos científicos. Revisando las redes sociales encontramos cada vez más textos sobre los beneficios del arte en la salud. Ya hay valientes médicos que en lugar de recetar fármacos envían a sus pacientes al museo: (https://muhimu.es/salud/los-medicos-ingleses-recetaran-novela-y-poesia-c...) y la Asociación de Médicos Francófonos de Canadá firmó un convenio con el Museo de  Bellas Artes de Montreal, sabiendo que la experiencia estética genera oxitocina, la hormona de la felicidad. Ellos se basan en una práctica que tiene cierta antigüedad, me refiero a la Arte-Terapia (https://es.aleteia.org/2018/11/21/el-arte-es-terapeutico-y-por-eso-algun...).
Por otro lado, el arte se ve cada vez más como un recurso educativo para enseñar materias “útiles” como matemáticas (http://www.gaceta.unam.mx/tag/matematicas/), sino también para las humanistas historia y geografía, pues ver en pantalla -y antes en estampitas- los retratos de los personajes históricos y la hidrografía y orografía en paisajes pintados genera sinapsis  neuronales y memoria.
Intimamente relacionada con esto está la educación emocional que nace de la lectura de obras literarias y la experiencia teatral, por poner sólo dos ejemplos. Los expertos nos dicen que nos volvemos más sensibles, tolerantes y empáticos (https://elpais.com/sociedad/2019/03/26/actualidad/1553627291_428563.html), porque como dijo Joyce Carol Oates: “La lectura es el único medio a través del cual nos deslizamos, involuntariamente, a menudo sin poder hacer nada, a la piel de otro...”.

3.
Recientemente me invitó mi amigo José Luis Liñán, a una estupenda conferencia impartida por Salvador Alva, Presidente del Tecnológico de Monterrey, en la que incluyó conceptos estéticos, además de exponer, mediante una visión disruptiva cómo transformar a México, a partir de la noción de TALENTO.
El Dr. Alva mostró un montón de gráficas y explicó sesudos análisis del Banco Mundial de Desarrollo, la OCDE, la ONU, etc., y llegó a la conclusión de que la gente que manejará el mundo en breve -un mundo que no será el de las economías agrícolas o manufactureras- buscará vivir en ciudades (ya no piensan  en países, sino ciudades), en las que la riqueza cultural sea palpable y haya una evidente oferta multicultural. Pero además hizo énfasis en que el entorno tendrá que ser bello y amable para que estos talentosos emprendedores decidan vivir allí. ¿Cómo la ve usted, querido lector? Hasta los más “duros” economistas, al final llegan a la conclusión de que no se puede vivir como si la belleza no existiera. FIN

Por: María Helena González / helenagonzalezcultura@gmail.com

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