1. Emiliano Zapata Salazar y Benito Juárez García son los personajes históricos más representados en los espacios públicos. Gran cantidad de monumentos dedicados a celebrar su existencia nos reciben en plazas, jardines y edificios gubernamentales, siendo el nacido en Anenecuilco, el más variado en términos de iconografía, pues la misma incluye la escultura ecuestre.

Por otro lado, sin temor a exagerar, podemos decir que no hay población nacional que no tenga su calle o avenida nombrada “Emiliano Zapata”.

La estatuaria ecuestre se “pone de moda” en los períodos Helenístico y Clásico griegos y después de haberse hecho costumbre representar a reyes y caudillos de ese modo, es acaso el formato preferido del imaginario zapatista. A ello contribuye el arquetipo del héroe -cuya energía incluye la del brioso animal-, pero también la tradición de las artes de la charrería, a las que se sabe era afecto el suriano.

2. Hace casi un mes, varios medios de comunicación anunciaron la cancelación de un timbre postal con la efigie de Zapata para conmemorar los 60 años de la existencia de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (Conaliteg), organismo que publicará para el siguiente ciclo escolar 200 millones de libros, para repartirlos entre 25 millones de estudiantes. Será, pues, éste uno de los vehículos que más contribuyan a perpetuar la imagen del caudillo.

Asimismo, es conveniente recordar que a Zapata se le ha coloreado con el verde, blanco y rojo de la bandera mexicana en infinidad de eventos propagandísticos y que casi no hay oficina pública del país, en la que no haya una pintura o fotografía de Emiliano Zapata en primer plano, reproducida de aquellas en las que él mismo posó para fotógrafos profesionales.

3. En nuestro estado, no podemos dejar de mencionar que en la época en la que fue gobernador el panista Sergio Estrada Cajigal Ramírez (2000-2006), vivimos un “uso político” de la imagen zapatista sui generis, pues las placas de los automóviles incluían un diseño con un rostro que podía interpretarse como el suyo, pero también como el de Emiliano Zapata.

4. De ahí que a Zapata podamos llamarlo “el héroe de las mil caras”, como propone Joseph Campbell cuando habla de los héroes. Terminada la Revolución, Zapata pasó a ser un referente político obligado, se convirtió en señal “de buen gusto” entre los políticos de todos los partidos. Y se le ha usado desde para pedir el voto, hasta para intitular las demandas de los neo-zapatistas, pasando por las luchas sindicales y los derechos de los trabajadores, de los cuáles el Caudillo del Sur habló de manera tangencial, pues su meta primordial era la reforma agraria, inmediata, del país.

En la actualidad podemos encontrar el moreno rostro, de generosos bigotes, coronado con el amplio sombrero de charro, simplificado en carteles y espectaculares en varios países. Las leyendas sobre las demandas de los sectores populares cambian, pero los elementos que identifican su rostro ya codificado permanecen inamovibles.

Dice Carlos Azar Manzur que en nuestro país se ha impuesto la teatralización para contar la historia; que el cine y el teatro nos acostumbraron a revisar los acontecimientos con ópticas melodramáticas y que así seleccionamos a nuestros héroes preferidos. A 100 años de la “traición” de Guajardo, a 100 años del baño de sangre que casi santificó a don Emiliano, éste cristaliza como uno de los mayores elementos polisémicos de la historia nacional. FIN.

 

Por: María Helena González

helenagonzalezcultura@gmail.com

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