Frente a este panorama, especialistas en neurociencia y psicoterapia insisten en la importancia de normalizar la búsqueda de ayuda profesional cuando los problemas de sueño se cronifican.

Cada vez más personas se acuestan de madrugada, atrapadas en rutinas de vigilia que, lejos de ser simples hábitos, podrían ser respuestas emocionales a experiencias adversas. Así lo explica la terapeuta Miriam Salinas, quien a través de su cuenta de Instagram ha viralizado una reflexión que resuena con un problema de salud creciente: "Te acuestas tarde porque es el único momento en el que sientes paz", sostiene.

 

 

 

 

 

Según Salinas, estos patrones de sueño alterados no son malas costumbres, sino estrategias inconscientes de afrontamiento ante el malestar emocional o psicológico.

En México también hay cada vez más insomnio

Los datos reflejan que no se trata de un fenómeno aislado. De acuerdo con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), alrededor del 45% de la población adulta en el país presenta mala calidad del sueño. Además, la prevalencia de insomnio aumentó del 18.8% en 2016 al 50% durante la pandemia de COVID-19, lo que muestra cómo el estrés prolongado puede afectar los ciclos naturales del descanso.

En este contexto, acostarse tarde, abusar de las pantallas o postergar el sueño no son comportamientos inofensivos, sino señales de desregulación del sistema nervioso autónomo asociadas a la ansiedad o a vivencias traumáticas no procesadas. Como advierte Salinas, el uso excesivo del celular o el aislamiento social son respuestas que reflejan un intento por encontrar calma en un entorno percibido como abrumador.

La terapeuta identifica en su análisis diversos signos vinculados a estas alteraciones: fatiga crónica, perfeccionismo exacerbado, verbosidad e insomnio tardío. Esta visión coincide con estudios neurocientíficos que muestran cómo el trauma puede alterar la arquitectura cerebral y los ritmos circadianos, dificultando la capacidad de conciliar un sueño reparador.

Dormir poco no es inofensivo

Más allá del cansancio cotidiano, la privación crónica de sueño tiene consecuencias serias para la salud. Investigaciones del National Institutes of Health han demostrado que dormir menos de seis horas por noche incrementa el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, trastornos depresivos e incluso deterioro cognitivo temprano. También afecta la regulación emocional, aumentando la irritabilidad y dificultando las relaciones interpersonales y el rendimiento laboral.

No es flojera, es un mecanismo de supervivencia

Tratar de corregir estos hábitos solo con fuerza de voluntad puede ser inútil si no se reconocen y atienden las causas emocionales de fondo. Como subraya Salinas, entender que el retraso en la hora de dormir puede ser una forma de sobrevivir emocionalmente —más que un acto de indisciplina— es clave para una recuperación profunda y sostenible.

 

mayo  2025  - CDI Morelos

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