Secretaria bilingüe del idioma inglés, Contador Público, amorosa madre de familia e hija de una de las familias más apreciadas y oriundas de Cuernavaca de principio del siglo pasado, además los promotores de los famosos estudios fotográficos, es Silvia Susana Durán Majul, quien nació en Cuernavaca el 13 de marzo de 1939.
Sus padres tenían un estudio fotográfico, al igual que sus abuelos, quienes inauguraron uno de los más importantes de Cuernavaca llamado “Fotografía Moderna” desde el 12 de octubre de 1920, en la calle Matamoros esquina con Morrow, poco después se cambiaron a la avenida Morelos de esta ciudad. Silvia estudió la primaria en la escuela Pestalozzi, la secundaria la cursó en la escuela Santa Inés y dos años en la preparatoria del Estado de Morelos, junto a su estudio fotográfico en la calle del mismo nombre.
Se fue a la Ciudad de México a estudiar como secretaria bilingüe en inglés y contador privado en la escuela Helen Hall. Se recibió en 1959. Regresó a Cuernavaca a trabajar en la Incubadora “Pollitos de México” como Secretaria Bilingüe.
En 1960 entró a trabajar al Banco del Sur, con don Cristóbal Justiniano.
El 27 de abril de 1958, Manolo de la Fuente le propuso que fueran novios y se casaron el 17 de abril de 1961 en la Iglesia del Sagrado Corazón en La Pradera, oficiando el padre Baltazar.
Se fueron en avión a Oaxaca y de vuelta a la Ciudad de México recogieron su auto para pasar unos inolvidables días de luna de miel en Acapulco, nos contó emocionada.
Procrearon tres hijos: Silvia Susana, Maricarmen y José Manuel. Su hija Silvia es Contador Público, egresada de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos y casada con Constantino Maldonado Creen. Tienen dos hijas, una de ellas, Rocío, es una magnífica abogada y trabaja para el Comité Internacional de la Cruz Roja, como asesora jurídica. Maricarmen trabaja en la Ciudad de México como Gerente de una firma estadunidense para México y Centroamérica.
Su hijo Manolo tiene un negocio de papelería ”La Comercializadora”, en la esquina de Lerdo de Tejada y Morelos. Está casado con Mayra Agopian y tienen una hija llamada Alexa, quien está haciendo su servicio para doctora en medicina, en el Hospital Médica Sur de la Ciudad de México, dice la abuela con gran orgullo. Su hermano José Manuel de 21 años, es el más pequeño de los nietos y está estudiando la licenciatura en Hotelería y Gastronomía.
Silvia nos cuenta de su relación con Manolo de la Fuente, su esposo, quienes estaban enamorados uno del otro. Siempre juntos y fue maravilloso. ´´Él era una persona entregada a la familia, como hijo, hermano, amigo y en especial como padre y esposo.
Manolo trabajó durante 57 años en la maderería La Pradera y su “hobby” era la ebanistería y la pintura. Silvia tiene es su casa en todas las paredes, las obras que pintó Manolo. Muchas otras están en las casas de sus hijos. Recuerda que él nunca quiso hacer una exposición, ni vendió ninguno de sus cuadros. Aunque Silvia dice que se llevaron uno de ellos y le dieron bastante dinero por él. “Estoy a punto de enmarcar las últimas cuarto obras que él pintó”.   Manolo falleció el 15 de julio de 2015 de una enfermedad terminal.
Silvia nos cuenta que cuando llegó a trabajar a la fotografía de su padre, don Rodolfo Durán Ramos, con quien trabajó durante varios años, al morir éste, su padre se quedó como dueño de la fotografía de su abuelo.
Onesíforo, su padre, a quien llamaban “Pipiso” siguió en la fotografía y Silvia nos cuenta como a sus 7 años de edad, veía pensando emocionada a esas bellas novias en sus hermosos vestidos, que cuando se casara ella se iba a ver igual.
“Soñé durante algún tiempo que me regalaban un vestido de esos” y finalmente se casó con un hermoso vestido hecho en Iguala, Guerrero y diseñado por Pedro Shufani.
Cuando eran chicos, su papá llevaba a toda la familia a Veracruz, donde vivían su abuelo y tres tíos solteros. Dos de ellos murieron teniendo más de 85 años, y el más chico de sus tíos falleció a los 93 años. “Vengo de una familia longeva, pues mis ancestros vivieron más de cien años”.
Los fines de semana iban a nadar a casa de varios de sus vecinos o con cierta frecuencia ellos llegaban a la suya. Se hacían comidas árabes de varios tipos, a la vez que comidas españolas que hacían sus tías que venían de España, donde Silvia aprendió a cocinar la comida árabe por su abuela, la española por sus tías y la mexicana que le enseñó su madre.
Silvia le preguntaba a Manolo qué quería comer al día siguiente y él contestaba que no importaba lo que guizara porque su comida era de lo más sabrosa. Él nunca  se quejó de lo que le cocinaba pues se comía todo lo que le hiciera.
Silvia tiene una casa muy bonita y aunque pequeña, es de lo más acogedora. En el condominio donde ella vive también están las casas de sus hijas, de varias señoras solas, y una pareja con quien se reúne de vez en cuando. Nos avisa que este pasado  jueves santo, todos se van a reunir en su casa y ella les va a hacer comida libanesa, que  les encanta; en otra ocasión se reúnen con las vecinas y cada quien cocina lo que guste, “parece que estuviéramos en una carrera de haber quien cocina mejor. Eso sí, cada quien trae una botana, una bebida, los refrescos o las bolsas de hielo”, aclara.
Dice que su hijo José Manuel hace una sabrosa Paella a la Valenciana, a Maricarmen le sale muy sabroso el Bacalao y las pastas de muchas maneras, a Olivia su Cochinita Pibil, entre todos llevan los postres, y cada quien sus propias bebidas.
 De vez en cuando se reúne con sus amigas: Lucero Escorza, Chepa Tenorio. Maruca Corona, Lourdes Díaz Lavín, Esperanza Miyá, Susana Lavín y su comadre Martha Ocampo. Antes eran más pero algunas ya se han ido.
 Le gusta mucho ir al bingo que está a tres cuadras de su casa, el que se llama Casino Codere. Seguido van a casa de cada una de sus amigas, donde juegan póquer y a veces pula, aunque les gusta jugar más el póquer de fantasía.
Durante el día se pasa arreglando la casa, limpiando los marcos de sus cuadros y gozando de su familia. A veces van a comer pozole en El Maizal y se regresa a su casa. Maricarmen es su compañera para el bingo y para seguir viendo donde se quedaron en alguna de las series de Netflix.
Hermosa mujer, quien a sus orgullosos 80 años de edad sube y baja las escaleras de su linda casa, le encanta cocinar, jugar cartas con sus amigas, ir a gozar al casino cerca de su casa; y enamorada de su familia, Silvia Durán goza del cariño de todos los cuernavacenses.  

Por: Rafael Benabib / rafaelbenabib@hotmail.com

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