Ayer, 1 de junio, mientras navegaba por las redes sociales, me enteré de que era cumpleaños del Javier el “Chicharito” Hernández y que el ahora artillero del Galaxy de Los Ángeles, completaba 31 primaveras; toda vez que, vio la primera luz en 1968 en la Perla Tapatía. Desde aquí, le deseamos que los haya cumplido feliz y la vida le siga llenando de bendiciones.

Grande fue mi sorpresa al percatarme el resentimiento que muchos “aficionados” le profesan, lo que en primera instancia me pareció incomprensible; en virtud de, lo fructífera que ha resultado su carrera balompédica.

Baste mencionar que antes de irse a jugar al viejo continente se coronó campeón de goleo del balompié mexicano, defendiendo la casaca del rebaño sagrado.

Son muchos los futbolistas que se han embarcado en la aventura europea; pero la gran mayoría, han regresado con la frente marchita; sin embargo, pienso que no es el caso del Chicharito.

Con el Manchester United contribuyó con sus goles a la consecución de dos títulos en la Liga Premier, convirtiéndose en el mexicano que más goles ha marcado en dicha liga.

Con el Real Madrid jugó la Champions y hasta se dio el gusto de marcar (son muy poquitos los futbolistas aztecas que se han permitido ese lujo).

También lo ficharon en el Bayer Leverkusen, en donde se convirtió en el mexicano que más goles ha marcado en la Bubdesliga. Igualmente jugó para el West Ham United y el Sevilla.

Para acabarla de amolar, es el futbolista que más goles ha conseguido en la historia, defendiendo la playera de la Selección Nacional Mexicana, incluyendo cuatro en Copa del Mundo, siendo así el máximo rompe redes mundialista (orgullo que comparte con el “Matador” Luis Hernández).

Pero, aparentemente ese palmarés impresionante no es suficiente para que algunos sembradores de veneno lo consideren como un ícono del balompié nacional.

Y digo que, en un principio me sorprendió el resentimiento que algunos le profesan, porque después lo entendí todo. El Chicharito cometió el pecado más grande en el que puede incurrir una persona que triunfa…

Y no es otro que el de haber nacido entre los límites geográficos del Río Usumacinta y el Río Bravo, lugar que es tierra de conquista, en donde se le rinde pleitesía a todo (pero a todo) lo que viene de afuera y se denosta, minimiza, se critica y no se valora… lo que hacen los nuestros… aquí nos tocó vivir.

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