HAN PASADO 72  horas de que un respetable arquitecto reenviara, por whatsapp, el mensaje: “El país ha entrado en estado de emergencia”, apoyado en el Artículo 116 de la Constitución. No fue mentira, pero…

Ignorante, bromista o mal intencionado, el sujeto de marras decía una verdad que proliferó en redes mexicanas, pero no acorde en tiempo ni espacio a nuestro país, pues ello sucedió una semana antes ¡en España!

Como el anterior, en nuestro tiempo se multiplican casos de verdades manipuladas o parciales, que lejos de informar desinforman y provocan efectos diametralmente opuestos a un sano ejercicio de comunicación.

LOS EFECTOS de “borregazos” como el ejemplo de líneas arriba, provocan diversas reacciones que a la postre dan risa, pero en situaciones de contingencia como la que vivimos causan psicosis y quizá algo más.

Esperar que los chistosos o perversos depongan sus maniobras en bien de las mayorías equivaldría al clásico de pedirle peras al olmo, máxime que hoy día abunda la actividad de anónimos en los medios digitales.

Luego entonces, lo más sensato sería que el resto de los consumidores de información sean más cuidadosos a la hora de dar credibilidad a los mensajes que reciben y, más aún, antes de replicarlos en voz o textos.

PARA EVITAR más efectos negativos de los que por sí provocan casos como el del Covid-19, al recibir tal o cual información, antes de creerlo bien valdría saber si quien lo emite es confiable y qué bases presenta.

Dicen, los que dicen que saben, que muchos mensajes que al final son falsos tienen un componente de verdad, algo que de inicio los hace creíbles ante quienes reciben el mensaje, pero que en conjunto son falsos.

Para aspirar a un nivel superior de certeza en tal o cual información, siempre será determinante saber si quien genera el mensaje es una institución o personaje con autoridad y conocimiento sobre la materia.

OÍR QUE “el coronavirus no existe, es una mentira de los políticos” sería sensacional, a estas alturas de la pandemia, pero que sea un bañista como el que se lo recetó a la alcaldesa de Acapulco, es terrible. ¿A quién creemos?

Por E. Zapata / opinion@diariodemorelos.com / Twitter: @ezapata1

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