DE NO ser la Guardia Nacional uno de los instrumentos de la estrategia de la autoridad para enfrentar al crimen ¿cuál es la alternativa? De cierto, no aparece alguna a la vista, no al menos con la inmediatez necesaria.

Los reportes de las fiscalías estatales indican que en el año 2018 se registraron 33 mil 341 homicidios dolosos, 4 mil 475 más que el año previo, lo que refleja un incremento en el marco de la actual estrategia.

Es decir, en México cada día se cometieron 91 asesinatos, mientras se discute lo mismo en redes sociales que en el Congreso de la Unión la conveniencia o no de hacer viable el proyecto del Poder Ejecutivo nacional.

EL GRAN pendiente ante el creciente fenómeno de la criminalidad es que cada día muere casi un centenar de personas en el país, en tanto se toma con cierta calma el análisis de lo que debe hacer la autoridad.

La penosa paradoja es que algunos sectores de la sociedad satanizan, con razón quizá, la probable militarización de los espacios públicos, al mismo tiempo que las bandas criminales se enseñorean por doquier.

Si bien hay riesgo de violación a los derechos humanos con la presencia de las fuerzas militares en tareas de seguridad pública, su ausencia ensancha el terreno para que los criminales abusen y más.

A SABER, es muy probable que la próxima semana el Senado de la República tome el toro por los cuernos para discutir y eventualmente votar el proyecto constitucional sobre la suerte de la Guardia Nacional.

Es notorio que para esa meta, para mal, no deja de estar presente la política partidista, lo que amenaza con mediatizar la resolución sobre este proyecto, como también ha sido en otros temas de interés social.

Lo peor que puede suceder es que siga demorando el establecimiento y puesta en práctica de la estrategia de seguridad, sea apoyada en la Guardia Nacional o no, con mando civil o militar, por tiempo corto o largo.

Y SI la politización del tema de seguridad es lesivo ante la muerte de una persona cada hora en el país, el interés de los grupos criminales para que no haya definición es peor. Se imponen, entonces, definiciones.

Por E. Zapata / opinion@diariodemorelos.com / Twitter: @ezapata1

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