La Fábula


Tras mucho tiempo intentando cazar a una urraca, un hombre consiguió al fin su premio.

Para evitar que se escapara su tan codiciada pieza, le anudó un filoso hilo a una de sus patas y se la llevó a su hijo como regalo. A pesar de que su pequeño dueño se desvivía por darle los mejores cuidados del mundo, la urraca no acababa de sentirse cómoda en su nuevo hogar.

Una tarde, mientras el pequeño limpiaba la jaula que le servía como hogar, la urraca aprovechó que nadie la vigilaba para salir por la ventana y volar hacia el lugar en que estaba construido su nido.

Tan emocionada estaba por recobrar su libertad, que al posarse sobre su árbol, el hilo que colgaba de una de sus patas se enredó terriblemente en varias ramas. Al darse cuenta de la situación, comenzó a aletear con todas sus fuerzas, enredándose cada vez más. Prisionera en el lugar que tanto añoraba, dijo con resignación:

- “¡Que tonta he sido! Por culpa de querer vivir de nuevo en libertad, voy a terminar mis días en el árbol que me vio nacer”.

 

¿Cuál es la moraleja de la historia?

 

 

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