Hasta la primera mitad del pasado siglo XX, la ciudad estaba reducida a su Centro Histórico con sus barrios coloniales, como el de San Francisco en calle Galeana y San Pablo en Humboldt, y algunas colonias como la Carolina y el Empleado, estaban ya los primeros fraccionamientos, Miraval (Mira-Valle) y Vergel (por la abundancia de vegetación del parque Melchor Ocampo). En los años cincuenta surgen al oriente Pedregal de las Fuentes, al norte Loma Linda, Navajillas y Rancho Cortes -construidos por Carlos Lavín Oliveros- ambos fueron propiedad del multimillonario sueco Axel Wenner Gren que había llegado a Cuernavaca para quedarse en su casa que hoy es el Raquett Club, él, inicio en Tetela los primeros viveros de la ciudad con plantas traídas de Bahamas y Estados Unidos, con él llegó su mayordomo japonés Mario Oguri experto en plantas que después fundaría sus propios viveros.

En esos años el célebre Obispo de Cuernavaca don Sergio Méndez Arceo inició la remodelación de nuestra catedral, retiró todos los santos y sus altares que dentro de la iglesia se fueron agregando durante siglos, solo quedó la Virgen de la Asunción de María la Patrona de Cuernavaca, a la que había sido consagrada la iglesia. En esos años Cuernavaca estaba en la mira mundial cuando Méndez Arceo era el precursor de las reformas del Concilio Vaticano II. 

Todos los cuernavacenses de esa época, recordamos a los fotógrafos que nos tomaban los retratos montados en un caballo de madera en el Jardín de los Héroes después llamado Morelos y hoy Plaza de Armas, nos colocaban sombrero, sarape y pistola y de fondo un paisaje de tela. Poco se recuerda a los fotógrafos que se ubicaban en el paso que une a los dos jardines, el del quiosco, con el Morelos. También estaban los triciclos de alquiler que aparecían por la mañana, era una aventura recorrer en ellos todas las sinuosidades del jardín lleno de esculturas y fuentes, y por la tarde desaparecían enganchados como un largo tren.

Todos vivíamos y convivíamos en el Centro, nos saludábamos. Los menores podíamos salir solos al centro, ir al cine, que estaba a solo unas cuadras. La vida cultural, social y política de Cuernavaca se desarrollaba en solo unas manzanas trazadas desde tiempos remotos, desde la época Colonial, desde que nuestra ciudad pasó a ser una villa, ya ni castellana ni tlahuica, sino mestiza, la ciudad tenía la misma extensión y el mismo número de habitantes desde su fundación indígena cuatro siglos atrás. Ahí estaban los cines Ocampo frente al Jardín Juárez y el Alameda en calle Matamoros, el antiguo Teatro y Cine Morelos, el mercado “viejo” del siglo XIX entre las calles Matamoros y No Reelección donde ahora está la ex Cámara de diputados. En calle de Guerrero estaba el “nuevo mercado” de 1910 “el del reloj”, que se demolió en el ’64, donde el señor Martínez tenía su conocido Café Gloria. En esa misma calle estaba el café Negrita del señor Cano, farmacia La Mexicana de los Ocampo; la vinatería Rossi y la panadería Pilarica, Telas Tajonar y en la esquina con Tepetates estaban las guarachearías Beltrán y La Taxqueñita, seguía la vinatería Casa Martha, la tienda de ropa de niños Cadena y el Pajecito de la señora Añorve, la relojería Perlita de los Hernández el negocio más antiguo de esa calle junto a los baños Lido que tenía alberca, gimnasio, ring de box, hotel, restaurante y cantina eran propiedad de la familia Aranda, familiares del que esto escribe. En calle Matamoros, frente al Cine Alameda, estaba Tractores e Implementos Ferguson de Sigifredo R. Lavín Oliveros.

Todos los comercios de Cuernavaca cerraban sus puertas de dos a cuatro de la tarde, tiempo suficiente para ir a comer a sus hogares,  hacer la siesta y regresar a sus negocios, muchos de sus propietarios vivieron con sus familias en tapancos o entrepisos de madera que habían sido improvisados dentro de sus negocios en antiguas casas.

Para socializar, era costumbre dar la vuelta al jardín ya en la hoy plaza de armas, los muchachos por aquí y las muchachas por allá, y cada media vuelta se encontraban, esos eran los paseos dominicales.

De la Glorieta de Las Palmas al Polvorín era una carretera rural muy angosta, así estuvo hasta los años sesenta, lo mismo que la Avenida Palmira con sus canales de aguas cristalinas a ambos lados que hoy existen tapados y entubados. Todavía había algunas calles empadradas que después fueron tapadas por el pavimento pero ahí están, bajo el concreto.

El tráfico carretero pasaba por céntrica la Avenida Morelos de subida, y de bajada por la Avenida Álvaro Obregón antes de construirse el libramiento de la ciudad que era de solo dos carriles.

En esos años inicio la construcción del nuevo Palacio de Gobierno.

En la Unidad Deportiva Centenario y el Lienzo del Charro se efectuó la exitosa IV Feria Agrícola, Ganadera, Industrial y de Turismo, hubo desfiles en el Centro Histórico, verbenas en el Jardín de los Héroes, donde se presentó el tenor Hugo Avendaño, una sección con 20 países, Holanda, Canadá, India. Algunos muebles de este, lejano país labrados e incrustados con piedras semipreciosas y nácar se quedaron en casas de esta ciudad. El representante presidencial en esa feria fue el sub secretario de ganadería Lauro Ortega; la reina de esas festividades y Fiestas Patrias, muy recordada por su belleza fue Edna Lavín. 

Así corrían los años ‘50.

¡Hasta la próxima!

Por: Carlos Lavín Figueroa / carlos_lavin_mx@yahoo.com.mx

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