Hace ocho años, México vivió uno de los terremotos más fuertes de su historia reciente. El 7 de septiembre de 2017, un sismo de magnitud 8.2 se registró en el Golfo de Tehuantepec, afectando a más de 800 mil personas y dejando una marca imborrable en el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca.
Víctor Toledo recuerda esa noche desde Ixtaltepec, Oaxaca, con un nudo en la garganta. “No hay palabras exactas para describir este suceso. La mayoría de las personas que le preguntes cómo vivieron el sismo no se acuerda, lo bloquearon”, dice mientras evita las lágrimas.
En ese entonces, Víctor tenía 16 años y disfrutaba de un fin de semana largo. “Al principio no me preocupé, aquí es común sentir sismos”, recuerda. Pero aquella vez fue diferente. “Escuché un ruido muy fuerte, como que venía de debajo de la tierra, y empezó a temblar muy, muy fuerte. Salí al patio y podía ver cómo el pasto se movía como olas”.
México se encuentra en el Cinturón de Fuego del Pacífico, una zona sísmica que también incluye países como Japón, Chile y Estados Unidos. La interacción de la placa de Cocos con la placa de Norteamérica explica por qué estados como Oaxaca y Chiapas son particularmente vulnerables.
El desastre dejó 99 muertos: 79 en Oaxaca, 16 en Chiapas y 4 en Tabasco. Los daños materiales fueron enormes: más de 449 mil personas damnificadas y 112 mil viviendas dañadas, incluidas las casas de familiares de Víctor. “Para las personas mayores es imposible reconstruir algo y que vuelva a verse igual. A veces era lo único que tenían”, comenta.
Durante tres días, Ixtaltepec quedó incomunicado: no había teléfono, internet ni señal. La ayuda llegó poco a poco desde comunidades vecinas y del gobierno, pero se concentró nuevamente en la Ciudad de México tras el sismo del 19 de septiembre de 2017. Fue entonces que grupos menonitas y organizaciones asiáticas llevaron casas prefabricadas y de lona reforzada a las personas más vulnerables, especialmente a los adultos mayores.
Aunque el gobierno federal entregó tarjetas con 120 mil pesos para reconstruir viviendas, muchas personas denuncian que nunca recibieron el apoyo. Un año después, algunos recuperaron parte de su patrimonio; otros, aún viven en casas provisionales.
Para muchos, este sismo cambió la vida para siempre. Sin embargo, en la memoria colectiva nacional, solo se recuerdan los terremotos del 19 de septiembre de 1985 y 2017. El 7 de septiembre parece quedar en el olvido, un dolor que sigue resonando principalmente en el sur de México
