El 1 de julio de 1941, durante la transmisión de un partido de béisbol entre los Brooklyn Dodgers y los Philadelphia Phillies, se emitió el primer anuncio televisivo de la historia. Fue un spot de apenas diez segundos, patrocinado por la empresa relojera Bulova, que marcaría el inicio de una nueva era en la comunicación y la mercadotecnia mundial.
El comercial fue transmitido por la cadena WNBT-TV (hoy WNBC, Nueva York), y mostraba un mapa de Estados Unidos con un reloj superpuesto y la frase: “America runs on Bulova time” (“América funciona con la hora Bulova”). Por aquel espacio, la compañía pagó entre cuatro y nueve dólares, una cifra que hoy parece simbólica, pero que en ese momento abrió la puerta a una industria multimillonaria.
En aquel entonces, se calcula que solo cuatro mil televisores estaban activos en todo el país, pero el impacto del anuncio fue enorme: demostró que la televisión podía convertirse en un medio poderoso no solo para informar o entretener, sino también para vender.
A partir de ese momento, la publicidad televisiva comenzó a evolucionar rápidamente. En las décadas de 1950 y 1960 surgieron los jingles, las celebridades y los guiones cinematográficos que dieron forma a los anuncios clásicos. Cada década trajo consigo nuevas tendencias y tecnologías, pero todas tuvieron su raíz en aquellos diez segundos de Bulova.
Hoy, más de 80 años después, la publicidad ha trascendido la televisión tradicional para llegar a las plataformas digitales, el streaming y las redes sociales. Sin embargo, los fundamentos siguen siendo los mismos: captar la atención del público, emocionar y dejar una huella.
El primer comercial de televisión no solo vendió relojes, también marcó el inicio de la era visual del consumo, donde la imagen, el mensaje y la emoción se convirtieron en el nuevo lenguaje del marketing.
