La Octava de Día de Muertos, en Tepoztlán, es una celebración que extiende el adiós a los difuntos ocho días más allá de las fechas tradicionales del 1 y 2 de noviembre.
A diferencia de otras regiones de México, donde las ofrendas y altares se retiran después de la celebración oficial, en Tepoztlán los habitantes continúan el homenaje en una ceremonia especial que mezcla la solemnidad con la alegría de mantener el vínculo con quienes ya partieron.
Según los pobladores, “La Octava”, como se le conoce, representa una prolongación del Día de Muertos y se cree que los difuntos permanecen en el mundo de los vivos durante ocho días después de la fecha inicial en que fueron recibidos. Esta tradición, explican los habitantes, simboliza los ocho días de fiesta en los pueblos y permite que los difuntos sigan conviviendo con los vivos durante ese tiempo.
Tonantzin Chino Noriega, habitante del barrio de los Santos Reyes en Tepoztlán, explicó que esta costumbre incluye volver a colocar ofrendas específicas para cada grupo de difuntos según el día de su llegada. De este modo, ocho días después del 28 de octubre, se recuerda a aquellos que murieron en situaciones violentas; el 8 de noviembre se rinde homenaje a los niños; y el 9 de noviembre, el día de la Octava del Día de Muertos, es el turno de los adultos.
Este último día, el pueblo entero se reúne para despedir a sus seres queridos con un ambiente que mezcla la solemnidad de la ceremonia y la alegría de la celebración. Es en esta fecha cuando se realiza una procesión hacia el panteón, donde se lleva a cabo la “quema de intenciones”, una costumbre en la que los tepoztecos encienden velas y realizan oraciones especiales para pedir por el bienestar de las almas que regresan al más allá. Este evento es conocido como “la alumbrada”, y en él, el panteón se ilumina con velas, generando una atmósfera “mágica” y llena de devoción.
Para la Octava, las ofrendas y altares se mantienen, aunque con una notable diferencia: en lugar de los tradicionales banquetes que se preparan para recibir a los difuntos en los primeros días de noviembre, en esta segunda etapa se colocan alimentos más ligeros.
“Ya no se preparan platillos fuertes, se les ofrece comida en menor cantidad”, señala Chino Noriega, quien agregó que la idea detrás de esto es que los difuntos no regresen “muy pesados” y puedan llevar consigo un “itacate”, una pequeña provisión para su regreso al mundo espiritual. Estos alimentos representan una muestra de cariño hacia los seres queridos y un gesto simbólico de apoyo.