Las primeras dos temporadas de la continuación de “The Karate Kid” son algo más que un simple viaje la nostalgia

Luego de que YouTube pusiera a la venta una de las series originales de su servicio Premium con mayor aceptación entre sus usuarios, “Cobra Kai” está lista para abarcar un rango aún mayor de audiencia tras llegar al catálogo de Netflix con sus primeras dos temporadas.

Aún queda camino para que los fans de la serie puedan disfrutar de la tercera entrega, la cual de acuerdo a su showrunner ya está terminada. Mientras tanto, aquellos que no hayan tenido oportunidad de verla podrán conocer a continuación algunas razones por la que no pueden perderse esta continuación a una de las películas más populares de los 80’s: “The Karate Kid”. 

 

 

¡Golpea Primero!

Existe un motivo por el cual los spin-offs, reboots y secuelas tardías a películas de hace más de veinte años logran captar la atención del público: La nostalgia siempre logra vender un producto. Es una manera cómoda de en la que el público se traslada a una nueva historia a través de un lugar seguro.

Ralph Macchio y William Zabka regresan a sus papeles de Daniel LaRusso y Johnny Lawrence, retomando la rivalidad comenzada hace más de 30 años tras su enfrentamiento en el torneo de Karate. 

 

 

La serie hace un uso justo de los flashbacks con el fin de poner un contexto amplio a los nuevos espectadores, así como dibujar una sonrisa en los fans veteranos de la serie. El guion logra tomar una buena continuidad respecto a la cinta de 1984, con diálogos decentes y un desarrollo congruente de personajes.

¡Golpea Duro!

35 años no pasan en vano y la serie no tiene pudor en dejarlo saber. Cada uno de los conflictos a los que los personajes se enfrentan han sido desarrollados acorde a ello. A diferencia de “The Karate Kid”, la historia va más allá de los lineamientos de “buenos contra malos”.

Pese a que Daniel cumple con un rol principal, el eje de la historia es Johnny, el “brabucón” de la cinta original. El tiempo no ha sido amable con él y reabrir “Cobra Kai” no solo le da una carta abierta para reorganizar su vida, sino deconstruirla. 

 

 

Pronto entenderá que los métodos fríos y duros de su antiguo sensei no son los indicados si quiere guiar a nuevas generaciones en el arte del Karate, y comenzará a replantearse si esos mismos métodos son los causantes de sus contactas autodestructivas.

¡Sin Piedad!

La serie logra profundizar, sin resultar demasiado paternalista, en los conflictos ocasionados por las ausencias. Johnny busca cubrir sus faltas como padre a través de Miguel, su vecino. Daniel lamenta la perdida del Señor Miyagi, su sensei, y busca compartir el legado de sus enseñanzas.

Daniel y Johnny no podrían encontrarse en polos más opuestos. El primero pareciera encarnar la definición del “sueño americano”, mientras que el segundo parece ser aplastado por las falsas promesas que este “sueño” ofrece y que se reserva solo para unos cuantos. 

 

 

Habría sido sencillo seguir mostrando a Johnny como un patán empedernido, pero ese es un rol que ya no desea poseer. El desea ser para sus alumnos la guía que nunca tuvo en sus años de juventud, alguien en quién confiar. Todos merecen una segunda oportunidad, ¿no?

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