En cada hilo que se entrelaza sobre una tela hay una historia que contar. Los bordados tradicionales mexicanos, reconocidos en todo el mundo por su colorida riqueza visual, no son solo expresiones artísticas: son testimonio vivo de la historia, la cosmovisión y la resistencia de los pueblos originarios de México; son portadoras de identidad y memoria colectiva.

Los bordados han trascendido generaciones, preservando el conocimiento ancestral de comunidades indígenas de estados como Oaxaca, Chiapas, Puebla y Michoacán. Cada puntada es parte de una narrativa que comunica el entorno natural, la espiritualidad y la vida comunitaria. Para los pueblos que los crean, estas piezas representan algo mucho más profundo que una prenda decorativa: son símbolos de pertenencia, de historia y de resistencia cultural.
Sin embargo, esta riqueza ha sido, en numerosas ocasiones, blanco de explotación por parte de industrias que ven en estos diseños una oportunidad comercial, sin considerar su origen ni su significado. Este fenómeno llamado apropiación cultural, ocurre cuando personas o empresas ajenas a estas comunidades —y con mayor poder económico o social— toman elementos de su cultura sin el consentimiento, reconocimiento o beneficio para quienes los crearon.
Esta práctica, más allá de ser una falta de ética, reproduce relaciones históricas de desigualdad y marginalización. Mientras las marcas obtienen ganancias significativas, los artesanos quedan invisibilizados, sin crédito ni beneficios económicos, perpetuando así la exclusión de estos grupos.
La apropiación cultural no es simplemente usar un diseño sin permiso. Es desconocer el valor simbólico, social y espiritual que estos elementos tienen para las comunidades. Es convertir en mercancía lo que para otros es herencia, historia y, muchas veces, una forma de resistencia ante siglos de colonización y olvido.
Cada color, forma y técnica en los bordados tiene un significado. No se elige al azar. Hay símbolos que evocan la fertilidad de la tierra, animales sagrados o momentos importantes del calendario ritual. Algunos diseños están reservados para ciertas festividades o cargan con historias específicas de una comunidad o linaje.
Por eso, usar un bordado sin comprender ni respetar su origen es también despojarlo de su significado. Y aunque para muchos pueda parecer un asunto menor, para las comunidades artesanas implica una lucha constante por el respeto y la dignidad cultural.
¿Cómo podemos ser parte del cambio?
Afortunadamente, hoy en día existen iniciativas legales y sociales que buscan proteger los derechos de los pueblos originarios sobre sus expresiones culturales. Sin embargo, la responsabilidad también recae en los consumidores. Existen formas concretas de evitar caer en la apropiación cultural:
- Comprar directamente a los artesanos o en cooperativas locales que trabajen con esquemas de comercio justo.
- Respetar el valor económico del trabajo artesanal, entendiendo que una sola prenda puede tardar semanas o meses en elaborarse.
- Informarse sobre las marcas que distribuyen productos artesanales y verificar que tengan convenios transparentes y éticos con las comunidades.
- Evitar adquirir productos que imitan o replican diseños tradicionales sin dar el debido crédito ni retribución a sus creadores originales.
Hoy más que nunca, en un mundo donde la diversidad cultural se ve amenazada por la homogeneización y el consumo rápido, honrar el origen de estas tradiciones no solo es un acto de justicia, sino una forma de mantener viva una parte esencial de nuestra identidad colectiva.
