En 1979-80, los usuarios de Cuernavaca y municipios aledaños estaban hartos de que los permisionarios del transporte urbano subieran las tarifas cada vez que les daba la gana. Los transportistas estaban amafiados con funcionarios corruptos. De los 40 centavos que costaba un pasaje en las postrimerías de los años cincuenta y los 45 centavos en los sesenta, a finales de esa década escaló a 50, 60 y 70 centavos, y cinco años después ya era de 1.50 como consecuencia de la primera devaluación del peso en el gobierno 1970-76 de Luis Echeverría Álvarez, quien por cierto moriría el 8 de julio de 2022 en su casa de Cuernavaca, a la edad de cien que cumplió el 17 de enero pasado. 
Se acercaba el final de los ochenta cuando dio la última boqueada el llamado pulpo camionero que databa de fines de los setenta, monopolizado por quien era considerado el zar del transporte, el desaparecido Jesús Escudero, un transportista multimillonario que tenía autobuses de pasaje urbano en Acapulco y gente, se decía, del cacique del priismo guerrerense Rubén Figueroa Figueroa. Siendo uno de los permisionarios más fuertes de la empresa Flecha Roja, en Cuernavaca Escudero les compró autobuses y concesiones a los miembros de las líneas de camiones urbanos y suburbanos Chapultepec, Urbanos y Emiliano Zapata. 
Hoy las “rutas” están cumpliendo 35 años. En 1987 fueron creadas como el Sistema de Transporte Colectivo por el entonces gobernador Lauro Ortega Martínez, y sorteada en el desaparecido cine Ocampo una parte de las concesiones entre choferes de taxis, otras a permisionarios de los antiguos autobuses de servicio urbano de pasajeros y unas más asignadas directamente a las dirigencias de la CTM y el SNTE que crearon las llamadas rutas obrera y escolar. Choferes de taxis y autobuses urbanos repentinamente convertidos en concesionarios, empezaron a recorrer las calles con lo primero que tuvieron a la mano: coches a manera de taxis “peseros”, como había en el Distrito Federal de aquellos días, viejos la mayoría, y combis usadas que los usuarios aceptaron de buen talante. Sin embargo, tras la muerte del pulpo camionero poco tardó en nacer el monstruo rutero, vendidas las concesiones por ex taxistas que no supieron manejar el negocio, acaparadas por flotilleros voraces, distribuido el botín entre presidentes de rutas y revividos los permisos del ex monopolio de Escudero. Pero lo peor: ya no con uno sino con varios interlocutores ante el gobierno y parecidos o iguales vicios, explotados laboralmente los choferes que hasta la fecha cubren jornadas de más de ocho horas sin prestación laboral alguna en un servicio de tercer mundo, padecido por miles de niños y adultos que viajan apiñados en microbuses y camionetas tipo combi mayormente de modelos atrasados. 
Si los dueños originales de rutas prometieron “mejorar el servicio”, también los de ahora,   falsascondicionada la última autorización del aumento del precio del pasaje a la renovación de unidades que no han cumplido … ni cumplirán. Mentir está en la naturaleza de los líderes de las agrupaciones de rutas, presumen cuentas falsas, aseguran que sólo el 10 por ciento de las unidades que operan en la zona metropolitana se encuentran en mal estado. Según la lógica de los permisionarios de las rutas, los usuarios están “ciegos” y las rutas son “nuevas”… (Me leen después).

Por: José Manuel Pérez Durán

/jmperezduran@hotmail.com 

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