El encomillado procede. La diputada priista y ex presidenta de la Comisión de Hacienda, Presupuesto y Cuenta Pública del Congreso del Estado, Rosalina Mazari, publicó en su facewook: “…el día de ayer en el Congreso de Morelos hubo una votación para aprobar la contratación de financiamiento para destinarlo al refinanciamiento y/o reestructura de la deuda pública a cargo del Gobierno del Estado, en mi caso no aprobé esa propuesta y ninguna otra en legislaturas pasadas donde he participado, no he votado endeudamientos ni del Gobierno Federal, ni del Gobierno Estatal y ni de los Ayuntamientos. A mi juicio generan mayor marginación y empobrece más a la sociedad”. Así o más clarito... Como no lo es el presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Morelos, Raúl Israel Hernández Cruz, quien no pronuncia su contrariedad de manera directa, firmada con nombre y apellido, sino medroso, pretendiendo aventar la piedra y esconder la mano. Usando el típico recurso del comunicado, se inconforma porque los diputados no le aumentaron el presupuesto del organismo (supuestamente) ciudadano y autónomo, pero no reconoce la realidad de que llegará el día en que este tipo de membretes no tendrán presupuesto de gobierno alguno y los seudo redentores sociales deberán trabajar para poder cobrar. (“Presupuestívoro”, palabra que refiere a los adictos al presupuesto de gobierno)… EN las rutas les roban teléfonos celulares y los despojan de efectivo, a los choferes les quitan el dinero de “la cuenta”, los malandros bajan de las unidades y huyen impunemente. Actúan en horas del día y la noche, “trabajan” en parejas, son jóvenes, violentos y rápidos. Consiguen botines de pocos pesos, se reparten los billetes que gastan en drogas y pronto asaltarán otra combi o microbús. ¿Los relojes van a parar a casas de empeño y los celulares en locales de reparación donde compran sin factura? Algunos pasajeros se han vuelto precavidos: antes de abordar el microbús o la combi se encomiendan a Dios, los varones ocultan billetes y teléfonos móviles en los calcetines y las féminas en los corpiños, dejándose unas cuantas monedas en los bolsillos. No exageran: muchos han sido víctimas de más de un asalto en un estado de absoluta indefensión social en la que necesariamente deben transportarse al trabajo, la casa, las escuelas, y protegerse como pueden pues la policía no puede cuidar a tanta gente. Son tantos los criminales que muy raras veces son atrapados, pero más tardan en entrar a la cárcel que en salir y volver a las andadas. Lo mismo sucede en los estados de México e Hidalgo que en la CDMX, donde los asaltos a pasajeros de microbuses son el pan de cada hora y sólo ocasionalmente detenidos los ladrones, mas no por la policía sino por los pasajeros. A veces los rateros se descuidan, son desarmados y linchados. Tundidos a golpes, suelen morir en el lugar de los hechos o camino al hospital, y cuando llega la policía lo que pasó es que Fuente ovejuna ha hecho justicia. Raras veces sucede en Morelos… hasta que sucede. Lunes pasado: dos sujetos se paran de sus asientos en un autobús que circula sobre la autopista a la altura del Tecnológico de Monterey. Uno de ellos amaga a los pasajeros con una navaja, forcejean y es desarmado; el otro huye y el que se queda recibe una madriza. Los pasajeros están furiosos, más de uno ha sufrido la amarga experiencia de ser asaltado. Al rato aparecen los típicos paramédicos que en este caso llevan al lesionado al Hospital Comunitario de Temixco. El informe de la policía indicará “agresores no identificados”, y los usuarios de las rutas aplaudirán el proceder de un justiciero anónimo… ATENDIDO en el hospital Plan de Ayala del IMSS, el médico internista Francisco Javier Rodríguez fue presa del Covid. Estuvo diez días en la Unidad de Cuidados Intensivos, del 24 de noviembre al 3 de diciembre que por fortuna logró la recuperación. En el fragor de la tormenta de noticias infaustas, casos de éxito como este lastimosamente pasan desapercibidos… (Me leen después).
Por José Manuel Pérez Durán / jmperezduran@hotmail.com