¿Es el de la noche del sábado pasado el episodio más cruento en la historia de violencia de Huitzilac? Posiblemente. Los medios reportaron ocho hombres asesinados a balazos en el centro del municipio que colinda con el norte de Cuernavaca, pero ya que también hubo heridos, infortunadamente la cifra fatal podría aumentar. Las víctimas convivían en un depósito de cerveza ubicado en el barrio de San Juan, en el centro de la cabecera municipal. Pasaron dos vehículos cuyos copilotos les dispararon desde los asientos de los copilotos. Tenía planeado el ataque, no se “molestaron” en bajar de los coches o camionetas, usaron armas de alto poder –¿los típicos cuernos de chivo?– y huyeron. El primer reporte señaló cuatro muertos y un número indeterminado de heridos, pero la mañana del domingo los medios contaron hasta ocho fallecimientos.

Un periódico capitalino mencionó “trasiego de drogas” como uno de los móviles de la masacre, pero aunque oficialmente ninguna autoridad lo ha confirmado, dada la ubicación de Huitzilac ello parece posible. Lo que sí es un hecho es la historia y la realidad de Huitzilac. Los policías brillan por su ausencia, “distraídos” de su trabajo, extorsionando a camioneros y conductores de vehículos particulares en el crucero de Tres Marías, regularmente ausentes los gendarmes de la Guardia Nacional y punto menos que inexistente la policía municipal. Cuando “los guardianes del orden” llegan al escenario del crimen es demasiado tarde, los malhechores han desaparecido y, si vivas salieron, las víctimas pasarán por el otro calvario de la declaración ministerial, el reporte de lo robado, la frustración de que no recuperarán lo perdido y el coraje por la impotencia de que los asaltantes no serán encarcelados.

Trampa letal, en la carretera federal México-Cuernavaca las bandas criminales que ahí operan son de tercera generación. Impunes los más y apresados los menos roban, los delincuentes matan, vejan, asustan.

Millones de metros cúbicos de madera han sido saqueados en Huitzilac. Un caso nomás: en la Sierra de Zempoala, en medio de Huitzilac, Morelos, y Ocuilan, Estado de México, el paraje Ocoyotongo de cien hectáreas fue devastado por talamontes. Se encuentra a cinco kilómetros de las lagunas de Zempoala, y hasta no hace más de veinte años este paraje estaba cubierto por bosques de oyamel que paulatinamente fueron cortados por hombres de la comunidad de San Juan Atzingo.

En febrero pasado, se enfrentaron policías de la Guardia Nacional y talamontes en el centro de Huitzilac. Poco después de las once de la noche, los guardias les marcaron el alto a dos sujetos que se transportaban en un camión adaptado para cargar troncos sustraídos ilegalmente del bosque. El día siguiente se publicó el saldo del evento: dos talamontes heridos y un vehículo incendiado.

Fierro del Toro es una pequeña comunidad localizada a unos 8 kilómetros de Tres Marías. Hace doce años estuvo en el ojo del huracán del la noticia. Un reportaje de la revista “Proceso” reconstruyó el ataque a dos agentes de la CIA. Reseñó: Los disparos apagaron la quietud del caserío de Fierro del Toro a las ocho de la mañana. Antes que los tiros, había llegado el ruido de los motores de vehículos que avanzaban a gran velocidad. Una camioneta Toyota negra –en la que viajaban dos agentes de Estados Unidos y un miembro de la Marina de México– era perseguida por una Voyager verde y una X-Trail amarilla. La Toyota, con placas diplomáticas, venía del campo de entrenamiento de la Secretaría de Marina (Semar) en El Capulín. En la confluencia de las dos brechas fue interceptada por la Voyager –que iba en dirección a El Capulín–, cuyos tripulantes empezaron a disparar en ese lugar y a perseguir al vehículo diplomático. Después la X-Trail se sumó a la persecución y al tiroteo. La balacera comenzó a 200 metros de donde empiezan las casas de Fierro del Toro. Desde sus milpas, casas y negocios los lugareños observaron el ataque. Contaron que al cruzar el pueblo, la Toyota ya tenía reventados los dos neumáticos del lado derecho. (Los testimonios recogidos por “Proceso” y la versión difundida en un comunicado de la embajada de EUA difirieron de la versión de la Secretaría de Seguridad Pública que en ese tiempo encabezaba Genaro García Luna. Se especuló con que los atacantes de los agentes de la CIA y el marino mexicano fueron sicarios del cártel de Arturo Beltrán Leyva. Como es sabido, García Luna sería arrestado en Dallas el 9 de diciembre de 2019, acusado de tráfico de cocaína y de hacer declaraciones falsas.

Hablar de cientos de millones de metros cúbicos de madera extraída y comercializada ilegalmente, es referir una actividad ancestral de ejidatarios y comuneros que no han optado por otros medios de subsistencia, porque no han querido o podido. En Huitzilac abunda la madera, pero escasean los empleos… (Me leen mañana).

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