La noticia corrió como reguero de pólvora: elementos de la Fiscalía General de la República detuvieron en Cuautla a Jesús Alejandro Vera Jiménez, rector de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos durante el periodo 2012-2018. Contaba con una orden de aprehensión por el delito de peculado. Era buscado desde hace varios años, luego de ser vinculado a proceso dentro de las investigaciones relacionadas con el caso conocido como La Estafa Maestra… La Palma. Despojado en pocas horas del poder que ostentó, el detenido contesta mansamente: “sí señor” al guardia que les da la “bienvenida” en el penal de máxima seguridad La Palma. Lo primero que ve es una malla ciclónica. El reo va esposado en la Suburban ocupada por policías federales y escoltada por varios vehículos. Después de la primera puerta no volverán a cruzar otra. De la caseta desde la que es accionada la “pluma” sale un comandante del cuerpo de seguridad externa del penal. “¿Asunto, señores?”. El policía que encabeza el convoy contesta que llevan al preso Fulano de Tal, mientras el uniformado de la “pluma” verifica el dato vía su radio. Les advierte que sólo podrá pasar el conductor de la camioneta. En cuanto la Suburban cruza la “pluma” es rodeada por jeeps del personal de seguridad externa, escoltándola hasta que llegan a lo que a la distancia parece un galerón de unos diez por veinte metros y en cuya puerta es entregado el detenido. La estructura tiene un techo que semeja un “plafón”. De un lado está una veintena de custodios puestos de pie, altos, parejos de estatura, cubiertos sus rostros por los cascos, colgados de los cinturones cartuchos de gas paralizante y macanas. Del otro lado veinte supervisores (guardias de rango mayor) sujetan las correas de perros feroces. Al centro, una mesa cubierta por una tela verde a la que están sentados los miembros del H Consejo Técnico Interdisciplinarios que preside el director del penal. Un comandante de voz estentórea sacude al detenido: “¡Usted ha llegado al Centro Federal de Readaptación Social la Palma! A partir de hoy, usted no tiene nombre. Su expediente es el número tal, y a éste debe responder. Si usted fue servidor público o persona con mando, ¡aquí no es nadie! Usted sólo tiene derecho a contestar ‘sí señor o no señor’. ¿Entendió?” “Sí, señor”, deberá responder. Entonces le ordena que camine hacia lo alto de una especie de rampa, agachado, viéndose los pies. Una vez arriba, le dice que abra la boca y haga un “buche” con el agua que le dan en un vaso de papel, le quitan las “esposas” y le ordenan desvestirse quitándose prenda por prenda, según le vayan indicando. Tras la orden de “acuéstese boca abajo, separe las piernas y extienda los brazos”, se acerca un doctor que examina el recto del hombre que ha permanecido acostado. Los supervisores acercan a los perros para que olfateen al detenido. Algunos no aguantan más y se desmayan. Pero de nada les sirve, pues de una u otra manera son devueltos a la realidad. Siempre obedeciendo órdenes precisas, se viste, le ponen nuevamente las “esposas” y camina siguiendo con la mirada una raya amarilla pintada en el piso. Si no cae, es porque lo sostienen dos custodios, agarrado de los extremos de los “toletes” que lleva metidos entre la espalda y los brazos con las manos esposadas. No es un gran trecho el que debe cubrir, por instantes a rastras, antes de llegar ante otro comandante que le ordena desvestirse otra vez. Le repite que no es nadie, que sólo tiene derecho a decirles a los custodios sí, señor” o “no, señor”. Le entregan un par de zapatos, calcetines, una camisola y una chamarra con capucha, todo color beige, así como una colchoneta, un cobertor, una almohada, dos cajetillas de cigarros, una bolsa con dulces y un ejemplar del reglamento del penal con noventa artículos para que se los aprenda. Después lo llevan a la que será su celda por veinte días en el COC (Centro de Organización y Clasificación), donde hay una cama, una mesita, un banco de cemento, un guater y un lavabo. Una vez clasificado, pasa a la que será su celda. Para entonces sabrá que en La Palma todos los presos son iguales. No importa que se llame Alejandro Vera Jiménez y que haya sido el señor rector de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. ¿Sigue siendo igual el protocolo de la “bienvenida” en Almoloya? Tras ser relacionadas con el caso conocido como la Estafa Maestra, Alejandro Vera era buscado desde hace años... (Me leen mañana).

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