Regresemos al tema de la comuna de Morelos, con batallas y sin ellas desde marzo de 1911 cuando arrancó la revuelta contra las reelecciones de Porfirio Díaz tras seis años en que se repartieron todas las tierras a los pueblos, liquidaron los latifundios de las haciendas casi por completo y convirtieron a los ingenios en “fábricas nacionales” administradas por sus representantes en beneficio de la población.

Después de haber establecido su comuna campesina, las masas de Morelos se dispusieron a defender sus conquistas contra la ocupación militar burguesa. Tales conquistas –y aquí entra la lección que debemos aprender de este episodio– estaban arraigadas en las relaciones sociales campesinas. Vínculos que habían dado un nuevo sentido fraternal y colectivo a toda la vida social, transformada esa relación en la norma de autogobierno organiza do por los campesinos. Parecía imposible que una invasión, una acción puramente militar, destruyera ese tejido social en unos pocos meses. Por desgracia así fue. La carga carrancista con más de 20 mil hombres para reconquistar Morelos para la Federación significó la aniquilación de la Comuna de Morelos.

Pese a todo, los hechos parecían demostrar que los carrancistas habían triunfado, pero muy pronto la organización popular se impuso y combatió al ejército de Carranza de manera articulada, recurriendo incluso a la propaganda. Los soldados constitucionalistas sufrían el asedio político de la población que los influía, discutía con ellos, buscaba ganarlos para su causa, pero todos esos esfuerzos concluyeron con el asesinato de Zapata. Los generales zapatistas sobrevivientes fueron cooptados o de plano desaparecidos, mientras que, impuestos al término de la lucha armada, los gobernadores carrancistas destrozaron lo que quedaba de La Comuna de Morelos.

El liderazgo, necesario para la tarea de reconstruir el diezmado tejido social, recayó durante 1915 1916 en los jefes de pueblos y de la Revolución, Emiliano Zapata y sus compañeros de lucha. Hoy no existen ni son factibles los caudillismos; el liderazgo es colectivo, está en los integrantes de pueblos, comunidades, barrios, colonias y casa por casa. La tarea urge; en 2025 como en 1916 el tejido social de Morelos está derruido. Es una intermitente crisis que se inició en 1994, y de la que no se advierte cuándo vamos a salir.

Los enemigos de hoy son la violencia de los grupos de delincuentes, pero también la corrupción de políticos y funcionarios venales que cometen ilícitos de ingeniería electoral, delitos de “cuello blanco” y de tráfico de influencias con total impunidad. Siguen tan orondos como campantes. La lección de La Comuna de Morelos, la sociedad y los gobiernos actuales sería que no existen vías únicas, tampoco que nadie tiene el monopolio de las herramientas y acciones que garanticen la paz y la seguridad. Igual que hicieron los pueblos de Morelos hace más de cien años, es la sociedad organizada quien debe pugnar por su propia autonomía y determinación para nulificar el devastador poder destructivo de la violencia, así como la corrupción legalizada de los “con-sus-uñas-listas”… (Me leen el lunes).

Cumple los criterios de The Trust Project

Saber más

Síguenos en Google Noticias para mantenerte siempre informado

Sigue el canal de Diario De Morelos en WhatsApp