Ubicada en la Ciudad Industrial del Valle de Cuernavaca (Civac), la clausura de la planta de Nissan Mexicana es irreversible; la decisión de la empresa japonesa no tiene vuelta atrás, miente quien diga lo contrario. Los obreros y los empleados de confianza que perdieron el empleo prefieren la crueldad de la verdad que la mentira piadosa. Sólo podrán conservar sus trabajos los pocos que tienen contratos temporales y deseen emigrar a Aguascalientes. La noticia del cierre de la fábrica de Nissan en Morelos cayó como balde de agua fría sobre Morelos. Para miles de trabajadores seis décadas de trabajo no son poca cosa. El miércoles de la semana anterior los dirigentes sindicales les pidieron a sus compañeros mantener la calma y esperar las indemnizaciones, pero éstas no los consolará. Además de perder el empleo, difícilmente podrán conseguir otro, justo en estos días cuando la opción de emigrar a Estados Unidos se avizora suicida, habida cuenta la política de racismo criminal del presidente Donald Trump...

El comentario tiene que ver con el arranque de la planta ensambladora de Nissan Mexicana en Morelos. “La Dasun”, sin la “t”, le llamaban los obreros de la generación fundadora, omitiendo el nombre del primer modelo de la marca Datsun, el “Blue Bird”. A punto de iniciar operaciones, los trabajadores eran capacitados en un departamento del primer piso del edificio Benedicto Ruiz, por la entrada del número 17 de la calle Miguel Hidalgo, en el centro histórico de Cuernavaca. Armando el carrito cuyo apodo aludió a un pajarito azul, comenzó la producción de coches de tamaño pequeño, en los tiempos cuando los automóviles que circulaban en México eran grandes, estadounidenses de 8 y 6 cilindros.

Los ejecutivos del país del sol naciente que vinieron a la ceremonia de la colocación de la primera piedra de la ensambladora le obsequiaron perlas al historiador Valentín López González, al empresario Raúl Iragorri Aranda y al gobernador Emilio Rivapalacio Morales, quien puso a Iragorri a cargo del apéndice llamado Fomento Industrial y Turístico, creado por el Gobierno Estatal como parte del proyecto de desarrollo fabril de Morelos. El acontecimiento ligó a nuestra entidad con el país del sol naciente.

Testigo de situaciones y protagonista de sucesos que dieron paso a la creación de Civac, Valentín López González, que fallecería el 10 de septiembre de 2006, contaba que don Emilio Rivapalacio, quien había sido el oficial mayor de la Presidencia de la República con Adolfo López Mateos, en mayo de 1964 se preparaba para tomar posesión de la gubernatura. Apenas empezaba la temporada de lluvias, la recaudación de impuestos bajaba hasta desplomarse, los agricultores gastaban el poco dinero que tenían en la compra de semillas para sembrar, mientras las zafras, que no terminaban sino hasta la caída de las primeras lluvias, impulsaban la actividad en los ingenios de Zacatepec, Oacalco, Casasano y Cocoyotla.

En 1965, el embajador de Japón en México, así como miembros del gobierno estatal y federal, celebraron la colocación de la primera piedra del conjunto de edificios con que arrancó la construcción de la primera planta de Nissan Internacional fuera de Japón. Un año más tarde, el 12 de mayo de 1966, celebró el inicio de operaciones de su primer centro de manufactura, es decir, la planta de Civac, la misma que hubiera crecido a no ser porque en 1982 inició actividades la planta Nissan de Aguascalientes.

Bien intencionado pero mal informado, en los últimos días de mayo anterior Víctor Sánchez Trujillo, secretario de Desarrollo Económico y del Trabajo, aseguró que “este año llegarán a Morelos inversiones por millones de dólares de seis empresas, entre ellas Nissan y Unilever”.

De más está decir que la clausura de la planta de Nissan significa para Morelos un golpe demoledor … (Me leen mañana).

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