Los ahuehuetes de Tlaltenango eran muy altos, añosos, copudos y de follaje tranquilo; fueron talados hace 69 años para construir la avenida Emiliano Zapata. Fotografía de Hugo Brehme C.a. 1911.

Con motivo del centenario de la consumación de la independencia de México, en 1921 el presidente Álvaro Obregón emitió un decreto declarando al ahuehuete “Árbol Nacional de México”. Esta designación se debió a las cualidades de dicho vegetal y a sus antecedentes históricos. Es el árbol más longevo de México, el más corpulento, de gran altura, frondoso y estaba considerado por los pueblos prehispánicos un árbol sagrado. Ahuehuete es una palabra náhuatl que significa “Anciano de Agua” y en castellano de le conoce como sabino. El Valle de Cuernavaca es tierra de ahuehuetes, abundan en las barrancas, manantiales, ríos y arroyos. Y no obstante la existencia del citado decreto, las autoridades municipales de Cuernavaca no han sabido preservarlo. Una de las toponimias de Cuernavaca representa un ahuehuete, pintado en el códice azteca Matricula de Tributos.

Esta es la crónica de la desaparición de dos enormes sabinos. Hace 69 años talaron en Tlaltenango dos ahuehuetes con motivo de la construcción de la avenida Emiliano Zapata. Lo que me platicó al respecto don Alfonso Navarro Quintero lo confirmé con la versión de mi padre Joaquín Landa Castellanos, quien me relató sobre la existencia de esos ahuehuetes. El sacerdote e historiador Lauro López Beltrán me comentó que esos ahuehuetes eran muy altos, añosos, copudos y de follaje tranquilo. Posteriormente, entrevisté en 1989 a varios vecinos nativos de Tlaltenango para recabar más información. El primer indicio que encontré fue una placa conmemorativa de la inauguración de la plazuela de Tlaltenango, colocada en la esquina de la avenida Zapata, cuyo texto dice: “Explanada de Tlaltenango, se construyó e inauguró durante el gobierno constitucional del general Rodolfo López de Nava. Cuernavaca, Abril 10 de 1954”. Esta placa aparentemente no tiene nada que ver con los sabinos talados, pero en ella quedó registrado el año en que los derribaron y el nombre del autor de la tala. Es lamentable que hayan talado esos ahuehuetes tan enormes, hace muchos años a sus pies corría un arroyo que bajaba de Santa María. Don Lorenzo Alvear Romero, de 85 años de edad, me relató que ese par de ahuehuetes ya existía desde la época tlahuica y cuando Hernán Cortés llegó a vivir a Tlaltenango, en uno de esos árboles amarraba su caballo cuando llegaba a su finca y que uno de esos ahuehuetes tenía un tronco tan grueso, que 10 personas lo rodeaban en su circunferencia. Estos sabinos crecían exactamente enfrente de la cruz atrial del santuario. Don Lorenzo me confió que cuando caminaba frente al santuario primero se persignaba volteando a la iglesia y luego volteaba la mirada para persignarse frente al par de sabinos, porque estos árboles eran más viejos que las dos iglesias de enfrente. Don Ignacio Rodríguez, de 76 años de edad, me relató que durante la feria anual en honor a la Virgen de los Milagros, sólo a los nativos del pueblo se les permitía colocar sus puestos de vendimia bajo la sombra de aquellos sabinos, los cuales eran parte de una arboleda que creció en hilera al borde del camino real, frente al santuario; además había unos fresnos enormes. Don Carlos Gómez García, de 65 años de edad, comentó que el obispo Sergio Méndez Arceo se molestó porque talaron esos sabinos, pero que no pudieron evitarlo porque hubo amenazas. Doña Gregoria González Cortés, de 81 años de edad, me platicó que cuando era niña jugaba con sus amigas bajo la sombra de esos ahuehuetes y recogían las semillas que se les caían para jugar con ellas.

El gobernador López de Nava ordenó talar esos árboles porque estorbaban para trazar y ampliar la avenida Zapata. Se dice que en un principio quiso preservarlos, debido a la inconformidad de los vecinos que querían conservarlos. Pero su orgullo militar no le permitió que sus órdenes se incumplieran y su autoridad pesó más que la voluntad del pueblo. Finalmente mandó una brigada de trabajadores de gobierno para que talaran los ahuehuetes a golpes de hachazos. Y quienes protestaron no hicieron nada para evitarlo. Si hubieran conservado esos ahuehuetes, serían un atractivo de Tlaltenango, como los que existen en la calle que atraviesa el pueblo de Oaxtepec. Hoy en día existe un ahuehuete que nació de una semilla de los sabinos talados y crece en el patio del Jardín de Niños Federico Froebel, ubicado junto a la ayudantía de Tlaltenango.

Existe una pintura de un panorama de Tlaltenango, del año de 1910 por la pintora británica Mary Barton. En esta imagen realizada en acuarela se aprecia a una mujer junto a la fuente de la plazuela en el momento en que llega a llenar su cántaro con agua y al frente de la fuente se aprecian los troncos de los dos ahuehuetes; cerca de ellos se ve el arroyo de agua que fluye por el borde del camino. Existen muchas fotos del camino de terracería que pasaba frente al santuario y en todas solo se aprecia el follaje de los sabinos, pero no existe una foto donde aparezcan completos los ahuehuetes. Por tal motivo acudí a preguntarle sobre este asunto al cronista don Valentín López González, quien me confirmó lo que hasta ese momento había investigado y me dijo que él tenía una foto de los ahuehuetes de Tlaltenango, que regresara en unos días y que me regalaría una copia. Regresé y efectivamente me regaló la foto en blanco y negro que aparece adjunta a este artículo, donde se aprecian dos adultos y una niña apostados junto al tronco de uno de los sabinos. Esta foto la tomó el fotógrafo alemán Hugo Brehme en 1911.

Esta tala fue un asunto de ignorancia y prepotencia de la autoridad y de falta de agallas de ciudadanos que no supieron defender esos longevos ahuehuetes. Los pobladores de una comunidad están obligados a cuidar y defender todo lo que la madre naturaleza les ha otorgado.

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