En el condado de Kerr, Texas, el Camp Mystic —un histórico campamento cristiano para niñas fundado en 1926 y situado a orillas del río Guadalupe— ha sido escenario de una tragedia humana devastadora tras las lluvias torrenciales del fin de semana del 4 de julio. Richard “Dick” Eastland, propietario y director del campamento, había sido un firme defensor de la instalación de sistemas de alerta anticipada debido a las frecuentes crecidas en la zona.
Eastland no hablaba por hablar: en la década de 1980 su esposa Tweety quedó varada, embarazada, durante una inundación y tuvo que ser rescatada por helicóptero. Además, tras una tragedia en un campamento vecino en 1987 donde 10 niñas perdieron la vida, él lideró activamente el montaje de un sistema de alertas, aunque este quedó obsoleto y fue retirado hacia 1999. Desde entonces, pese a las advertencias de Eastland —quien incluso regresó al consejo de la Autoridad del Río Guadalupe en 2022 por nombramiento del gobernador Abbott— no se reemplazó el sistema por falta de recursos y resistencia local.
Durante las inundaciones del pasado 4 de julio, el río subió de forma inesperada, alcanzando incrementos vertiginosos de hasta 22–26 pies en menos de una hora. El campamento, con aproximadamente 750 personas en sus instalaciones, fue arrasado: 27 personas, entre niñas y personal, perdieron la vida en el terreno de Camp Mystic, mientras que otros cientos fallecieron en toda la región.
Eastland murió heroicamente intentando rescatar a las niñas atrapadas por la corriente. El mismo sistema de alertas que él impulsó décadas atrás con el objetivo de proteger a las personas —incluyendo a su propia familia— no existía ya: había sido desmantelado sin haber sido reemplazado .
Este episodio ha reavivado el debate sobre la necesidad urgente de sistemas de monitoreo hidrológico modernos. Justo en abril pasado, la Junta de la Autoridad del Río Guadalupe aprobó la instalación de nuevos equipos de monitoreo, que comenzarían a implementarse este mes; sin embargo, la tragedia ha dejado claro que esos esfuerzos llegaron demasiado tarde para salvar al señor Eastland y a decenas de otras víctimas.
