La manifestación de ayer en la Ciudad de México, para apoyar al Instituto Nacional Electoral, fue algo sorprendente, pues no se le dio la publicidad debida y, sin embargo, miles de gentes salieron a pedir que se respete la autonomía del INE, de forma directa contra la intención del Presidente de la República de controlar las elecciones, algo que antes criticó y que ahora, en una fantasía que parece sacada de un “viaje” por efecto de una droga alucinógena, en la que olvidó el pasado, cuando tanto criticó que el gobierno manejara los comicios.

El IFE, ahora INE, se formó como todos sabemos después del gran fraude que realizó Manuel Bartlett, el ahora Director General de la CFE, en ese tiempo Secretario de Gobernación, quizá uno de los más poderosos en la última etapa de la historia priista en el país.

Se creo el IFE con la intención de que no fuera el gobierno quien coordinara las elecciones, sino un grupo de lo que se llamaron en un principio magistrados ciudadanos, y que más tarde se cambió a consejeros electorales o ciudadanos. Y las elecciones empezaron, a través de una cantidad increíble de candados, a ser mucho más democráticas y los ciudadanos participaron de manera importante siendo miembros de casilla, después de haber sido insaculados por los antiguos centros de computo.

La historia electoral mexicana nos enseña que desde el 1997 se hicieron las primeras elecciones bajo ese nuevo esquema democrático, en las cuales el partido en el poder perdió la hegemonía en la Cámara de Diputados y más tarde, en el año dos mil, se dio la alternancia en la Presidencia de la República, llegando en ese momento a su punto quizá más importante. Después, la elección de 2006 trajo muchos problemas por el corto margen con el que el PAN continuó en la presidencia del país.

La institución ha tenido muchos cambios, unos para mejorar y otros tomados por consejeros o diputados que nada saben de elecciones, y menos de su perfeccionamiento; para mi gusto de manera errónea después de la experiencia de 16 años en los trabajos electorales. Por lo que podemos ver, la propuesta de AMLO de nombrar por sufragio universal a los consejeros y magistrados electorales intenta sonar muy democrática, pero es pura farsa porque va contra la democracia. Y el país no puede darse el lujo de gastar más de tres mil millones de pesos que cuestan elecciones verdaderas, para una acción que sólo busca adueñarse de la institución para seguir mangoneando al país desde la presidencia y tener así la seguridad del triunfo de quien él elija para competir, teniendo consejeros a modo, y no correr riesgos en los procesos electorales.

 

Es una tentación que la mayoría de los políticos han tenido desde siempre, y han siempre buscado presionar a los miembros de los organismos electorales para poder meter la mano a las elecciones.

 

Las modificaciones electorales se han hecho para atender las demandas de la oposición, agraviadas en algún proceso electoral. O muchas veces para conveniencia de los partidos. La primera reforma en la que se les dio el impuesto predial a los ayuntamientos fue moneda de cambio de Acción Nacional, para que aprobara la reforma electoral.

La experiencia le dio al país certeza de que las elecciones se llevaran a cabo con mucha más claridad que en otros tiempos y, a partir del dos mil, el resultado de la elección afianzó al IFE como una solución democrática para el país.

Debemos de tener en cuenta que el país ha tenido una historia, desde la Constitución del 17, con partidos hegemónicos que quieren hacer su santa voluntad, llámense como se llamen, y la prueba de que es fingido su amor por la democracia está en que nadie ha dicho nada de cómo controlar el dinero que, desde los gobiernos federal, estatales y municipales, entran por debajo de la mesa y, desde luego, el que ha tomado más auge, el de la delincuencia organizada.

Éste sí es un problema que habría que retomar en las modificaciones electorales, porque ahora hay más de 400 empleados en el INE dedicados a la fiscalizacion que no sirven realmente para gran cosa.

El presidente quiere controlar al árbitro y desea imponer sus propuestas, entre la que hay algunas con maña, como la de eliminar a los diputados plurinominales, porque de esa manera conseguiría un porcentaje mayor de miembros de su partido en la Cámara de Diputados y no tendría que negociar nada con la oposición. La verdad es que se trata de una trampa, que no va de manera clara a solucionar los problemas de la institución. ¿No cree usted?

Por: Teodoro Lavín León

lavinleon@gmail.com
Twitter: @teolavin

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