1.
A decir de algunos psicoanalistas, los seres humanos somos “construcciones psicosociales complejas, movidas por conflictos internos y externos”, pero ¿cómo expresar esto en términos sencillos? Para resolverlo, pienso en Quino, uno de los más lúcidos analistas de la condición humana.
Si Charles Dickens creó personajes que luego dijo se le aparecían en la realidad, a la Mafalda de Quino le damos vida nosotros, los lectores que aspiramos a pensar como ella, a su claridad mental, a su ética. Y es que aunque Quino llegó a decir “soy tan cretino como Susanita y me gustaría ser tan bueno con el dinero como Manolito”, creó una narrativa imagen-lenguaje única en la cultura contemporánea.  

2.
No me da vergüenza decir que en el tránsito de primaria a secundaria me acompañaron los esos cuadernillos alargados, en los que la niña del moño sobre el cabello esponjado nos revelaba las ironías del mundo. Confieso también que los domingos esperaba con gusto la llegada del periódico Excélsior, porque aparecían “los monitos” (otro día les cuento sobre mi afición a los crucigramas).
Creo firmemente en el poder pedagógico de la caricatura; mal hacemos en desdeñarla con el mote de “cultura popular” metiendo todas sus variedades en el mismo cajón. Tal vez por eso el museo de la caricatura está tan solo: no sabemos apreciar esa potente relación imagen-palabra, de la que es capaz el caricaturista o “monero”.
Mafalda fue, o es, más que una tira cómica. Es una forma generacional de ver el mundo, con todo y el cúmulo de idealismos y aspiraciones que lo mueven. No todo es un desastre. Mafalda es la niña-vieja arquetipal enfrentada al establishment, un status quo representado por las rubias teñidas, “lo falso total”, según el autor.

3.
Joaquín Lavado, Quino, fue el caricaturista argentino más famoso de la posmodernidad. Se sentía culpable por haber abandonado Bellas Artes, decía que había que estudiar a los clásicos, pero inventó una manera de comunicarse gráficamente (sin manchas, ni asegurados) que hizo época. Influido por el Snoopy y el Charlie Brown de Schultz (quien a su vez lo elogiaba) quería representar a una familia de carne y hueso que fuera como todas y lo logró con un éxito inesperado.
El primer tiraje del libro, conformado por 240 tiras se agotó en 5 días, porque según él, retrató los ideales de los años sesenta. Hoy, que la vida se nos va en mantener un salario, vivir cómodamente, mirar series de Netflix y sortear el COVID, difícilmente entenderíamos la insistencia de una niña en no querer comerse la sopa, servida neciamente por la autoridad. Porque poco se ha dicho, pero la sopa de Mafalda es un código que Quino se inventó para hablar de los regímenes dictatoriales que tuvieron que “tragarse” los argentinos. Y por cierto, a Mafalda no la censuraron en Argentina, pero Pinochet sí la prohibió en Chile.

4.
Bendito Dios que Quino nunca se vio en la disyuntiva de ponerle un iPhone en las manos a sus personajes, y no lo digo porque al autor, desaparecido hace unos días, a los 88 años de edad no le gustaban los teléfonos celulares, sino porque Mafalda le hubiera tenido que dar en la cabezota a Manolito, Felipe y Guille con él y eso se habría visto muy feo. FIN

Por María Helena González / helenagonzalezcultura@gmail.com

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