1. Veníamos proponiendo en esta serie de colaboraciones, las reflexiones de los expertos invitados a participar en un interesante encuentro llevado a cabo recientemente. Si el tema le interesa, no deje de buscar el “Seminario Ciudad, Economía y Cultura”, organizado por la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México (http://www.capitalculturalennuestracasa.cdmx.gob.mx/ documentos/Seminario_Ciudad_Economia_y_Cultura. pdf). No tiene desperdicio.

Pero también le ofrezco, querido lector, pensar en otro rubro de la economía cultural, porque hay que integrarlo a nuestra manera de pensar la cultura en el México que queremos.

Me refiero al consumo de la misma. Y es que la UNAM dio a conocer la semana pasada los resultados de la Encuesta Nacional sobre Hábitos y Consumo Cultural 2020, de la cual se colige que la pandemia modificó algunas tendencias que se venían dando. Por ejemplo, aumentó el interés por la oferta en línea de teatro y danza -que se consumían in situ-, y se supone que aumentó el gusto por la lectura, aunque yo lo dudo, porque la gente de la Caniem está desesperada y los libreros ya lloran de la desesperación, porque sus ventas cayeron estrepitosamente.

Según el especialista Eduardo Nivón, el consumo de cine aumentó, lo cual es lógico estando confinados. Y cosa buena, el interés por los cursos y talleres a distancia aumentó de 44 a 54%. Pero también hay que decir que el rubro de los museos bajó del 57.2 al 29%. Dice el especialista que la experiencia sensorial no se sustituye por lo digital y tiene razón, pero habría que sopesar seriamente el hecho de que la oferta mexicana perdió frente a la de los museos de otros países, que digitalizaron sus colecciones y posibilidades de acceso virtual invirtiendo grandes sumas en tecnología de punta.

2. Pasando al tema del foro que hemos venido comentando, rescato que Jordi Pascual (Ciudades y Gobiernos Locales Unidos), enfatiza la importancia de la reciente creación de la Carta de Roma (nov.2020), en la que se establece que sin cultura no hay desarrollo posible, ni capacidad para descubrir o crear un futuro conjuntamente. Además de que ejerce la necesaria autocrítica cuando recuerda que hablar de cultura y desarrollo suena muy institucional frente a discursos como el feminismo y la ecología, que hacen más trabajo de campo.

3. José Manuel Hermosillo (Art. 27. S.C.) propone se piense en el modelo de competencia económica en función de los derechos culturales que se quieren garantizar. Y sobre todo en la urgente modificación del régimen hacendario para abonar en el desarrollo social.

Los artistas, el gobierno -rector de las políticas culturales- y la I.P tienen que concurrir, pero de las 68 propuestas que hicieron los empresarios al presidente AMLO para la reactivación de la economía, ninguna es cultural.

Sí, se subsidia, sí, hay leyes que protegen el patrimonio, sí, se da el mecenazgo que ayuda a algunos creadores que trabajan en la informalidad. Pero un estímulo fiscal, que sería la figura idónea para que el sector empresarial entrara en la sinergia, no se ha dado. Lo grave es que si no se ofrece los marcos legal y fiscal necesarios, no se pueden garantizar los nunca bien ponderados derechos culturales.

Y aquí es cuando recuerdo esa propuesta liderada por el abogado Carlos Villaseñor, especialista en políticas públicas, pues partiendo de Efiartes propuso el año pasado, antes de la pandemia, la creación de Efimuseos, tema del cual le hablamos oportunamente en esta columna, estimado lector.

4. Por su parte, Marina Núñez Bespálova (Subsecretaría de Desarrollo Cultural, de la Secretaría de Cultura) propone empoderar a las contralorías sociales para que su función de evaluación ejerza, desde fuera, un peso mayor y la sociedad civil pueda incidir más efectivamente en las políticas públicas. Y cuestiona muy acertadamente ciertos paradigmas elitistas con los que todavía pensamos la cultura, como los criterios de “excelencia”, “calidad” y ciertos academicismos que terminan siendo excluyentes del derecho a la expresión y el goce de la cultura de algunas personas.

Cuando me dieron ganas de llorar fue cuando la experta propuso que hay que fortalecer las gobernanzas locales y su capacidad de comunicarse entre sí para garantizarle al ciudadano el ejercicio de sus derechos culturales. Y yo pregunto: en el caso particular de Morelos: ¿es posible, en tiempos preelectorales, trabajar cualquier tema, cultural o no, con gobernanzas que no se comunican y compiten entre sí? FIN.

Por MARÍA HELENA GONZÁLEZ / helenagonzalezcultura@gmail.com

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