En 1582, guerreros tlaxcaltecas combatieron junto a soldados españoles contra samuráis y piratas japoneses en los lejanos mares de Asia. La historia real detrás del sorprendente encuentro.
En la vasta historia de los imperios y las conquistas, hay episodios tan improbables que parecen salidos de la ficción. Uno de ellos ocurrió en 1582, cuando guerreros tlaxcaltecas (originarios del actual México) se enfrentaron a samuráis japoneses en las lejanas costas de Filipinas. Este enfrentamiento, conocido como los Combates de Cagayán, fue más que una batalla: fue el choque entre dos mundos inesperadamente conectados por la expansión del Imperio español.
Durante el siglo XVI, tras la conquista de América, los españoles establecieron rutas comerciales entre la Nueva España (México) y Asia a través del Galeón de Manila. Con ellos llegaron también aliados indígenas, como los tlaxcaltecas, que habían sido clave en la conquista de Tenochtitlan y que, décadas después, se sumaron a campañas militares en otros continentes.
En ese contexto, los mares del sudeste asiático eran asolados por los wakō, piratas de origen japonés, chino y coreano. Estos grupos organizados, bien armados y entrenados, representaban una amenaza constante para las posesiones españolas en Filipinas. Liderados por el capitán Juan Pablo de Carrión, unos 60 hombres (entre ellos soldados españoles, marineros filipinos y guerreros tlaxcaltecas) fueron enviados al norte de Luzón, a la región de Cagayán, para enfrentar a más de 600 piratas.
A pesar de estar ampliamente superados en número, los aliados lograron repeler varios ataques en combates cuerpo a cuerpo y batallas navales. Las crónicas relatan que la disciplina táctica, el uso de picas largas y la experiencia de los veteranos tlaxcaltecas fueron claves para resistir la ofensiva japonesa, en la que participaron incluso samuráis y rōnin, guerreros sin señor.
La batalla de Cagayán representa un momento único en la historia global: es uno de los pocos registros de un enfrentamiento directo entre mesoamericanos y japoneses, en un escenario alejado de ambos continentes. También evidencia cómo, en apenas unas décadas, los pueblos indígenas de América pasaron de ser conquistados a convertirse en parte de la maquinaria imperial que expandía el dominio español por el Pacífico.
Hoy, más de cuatro siglos después, este episodio sigue siendo poco conocido, pero su importancia histórica no puede subestimarse. La batalla no solo marcó la defensa de Filipinas ante los piratas, sino también el testimonio de una alianza militar transoceánica, en la que los tlaxcaltecas jugaron un papel tan audaz como determinante.