Nuestra historia deportiva está plagada de heroicas derrotas, siempre de cara al Sol y curiosamente por culpa de los jueces.
Con inusitada frecuencia, trátese de la disciplina que se tratare: boxeo, clavados, taekwondo, caminata, gimnasia y por supuesto el futbol, existe una atávica confabulación de los encargados de impartir la justicia, con la única finalidad de perjudicar a México.
Y por supuesto, el pasado domingo, cuando la Selección Sub 17 enfrentó en la final a su similar de Brasil, en tierras amazónicas, no podía ser la excepción.
Los dirigidos por el Chima Ruiz hicieron la hombrada de llegar hasta la final; pero, echando a volar la sinceridad, se trataba de un equipo muy disciplinado tácticamente, conformado en su mayoría por “obreros del futbol”.
Carecían de “artesanos”, sí, de aquellos futbolistas que son capaces de desequilibrar y decidir un partido. Les faltaba creatividad, profundidad y variantes.
Al menos, así lo demuestran las estadísticas de la final, en donde los jugadores aztecas solamente hicieron un disparo a puerta (que en este caso fue cabezazo) durante los noventa minutos, mientras que nuestros rivales lo intentaron en diez ocasiones, dos de las cuales, desafortunadamente, terminaron en el fondo de las redes.
El tiempo de posesión del balón también obra en su favor. México controló el juego el 40% de tiempo, en tanto Brasil lo hizo el resto, es decir, el 60%. Fueron varias las veces en las que ya parecía vencido nuestro arco, pero “algo” en el último segundo logró la salvada.
Así, llegó el fatídico minuto 82, en donde Alejando Gómez se tiró una barrida sobre Verón, en donde ni siquiera tocó el balón, haciendo contacto con el tobillo de su adversario. El silbante Lituano Andris Treimanis (de excelente trabajo en lo general) fue llamado por VAR (manejado por el italiano Marco di Bello) para revisar la jugada en el monitor, con el resultado ya por todos conocido.
Cualquier defensor que se lance de esa manera, no juegue el balón y haga contacto con su adversario tiene un pie en el penal en contra y el otro en una cáscara de plátano.
El silbante no tuvo la culpa de que el equipo mexicano se haya derrumbado anímicamente, perdiendo el equilibrio emocional y tampoco tuvo algo que ver en el segundo tanto que significó la victoria brasileña.
Cierto, existieron otras jugadas a favor de los nuestros que no fueron revisadas por el VAR… “Son cosas del fútbol”.
Eduardo Brizio
ebrizio@hotmail.com
