En un deporte protagonizado por el error, como lo es el balompié, a los únicos que se les exige ser infalibles es a “las estrellas del futbol”; es decir, a los árbitros. Sinceramente pienso que si a: jugadores, cuerpo técnico y directivo, se les criticara de la manera que se hace con los colegiados, seríamos campeones del mundo.

Esto viene a cuenta; en virtud de que, el pasado domingo, en el duelo de semifinales León vs. América, en mi opinión, el silbante en turno César Arturo Ramos Palazuelos se tiró un partidazo, sobre todo si tomamos en cuenta que se trató de un encuentro de muy alto grado de dificultad.

Para no variar “el hombre de negro” fue convertido en la estrella del partido. Todo el mundo opinó sobre el arbitraje, desglosando todas y cada una de sus decisiones, cual expertos en la materia, olvidándose por largos lapsos de las acciones balompédicas.

Y es que el juicio sumario que se le establece a los nazarenos en cada actuación es establecido por verdaderos empíricos, que puede ser que sean expertos en futbol; pero no especialistas en materia de arbitraje.

Ser empírico no es un calificativo peyorativo; toda vez que el empírico, debe su conocimiento a la experiencia y a la observación de los hechos. Así, muchos creen que por haber visto futbol toda su vida y haberlo practicado, les otorga los argumentos suficientes para opinar doctoralmente sobre las reglas de juego.

Al minuto 35 del encuentro que hoy nos ocupa, los “expertos” querían guisar una parte de la virilidad de César A. Ramos Palazuelos en chilpachole, porque según su buen saber y entender no aplicó la ley de la ventaja, cortando con la ocarina una falta a favor de la fiera. ¡Uy, pecado mortal!

De acuerdo a la regla, la ley de la ventaja tiene algunas peculiaridades, entre ellas, que debe ser : clara e inmediata, y la jugada en cuestión no responde a dichos requerimientos, porque se trata en una falta cometida a 60 metros del arco enemigo, en donde el balón no le cae directamente al jugador que podía obtener dicha ventaja, debido a que existe la intervención de otro futbolista a quien le cae el balón y  la juega realizando el pase a profundidad. Todo esto sin mencionar que los defensores del América, al escuchar el silbatazo, ya habían aflojado la marca.

Finalmente, la misma regla de juego obliga al árbitro a “tomar en cuenta el ambiente del partido”, para decidir si aplica la ventaja o marca la infracción… aunque usted no lo crea.

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