Que recuerde el columnista, en Cuernavaca no había sucedido que un presidente municipal corriera a una docena de inspectores de un jalón. Es el caso del actual alcalde, Antonio Villalobos Adán, que cesó a un grupo del área de Gobernación porque presumiblemente incurrieron en “conductas irregulares”. Pongámoslo con estas palabras, para respetar la presunción de inocencia, aunque la obviedad de la nota ha sido interpretada por el cuernavacense común como simplemente un caso de corrupción. Con otra: que si el origen laboral de los cesados es la anterior administración municipal o la que antecedió a la pasada, ello les dará el chance de un empleo en el Gobierno del Estado. Mientras tanto, debe asustarlos la pesadilla del aullido del lobo. ¡Auuu!..  “QUÉ es eso de caminos de saca?”, preguntó el funcionario con rango estatal al morelense con el cual conversó casualmente. Son, le explicó, los caminos por los que los campesinos sacaban sus productos para venderlos, sobre todo en camiones cargados de caña. O sacan todavía, pero en cantidades y viajes abismalmente menores, digamos, a los de hasta finales de la década de los ochenta y principios de los noventa, antes de que Carlos Salinas privatizara los ingenios de México, entre ellos los de Zacatepec, Oacalco y Casasano, y literalmente le partiera la madre al agro morelense. Camino de saca, por ejemplo, el que pasa por la ex hacienda Del Hospital, muy transitado pero hoy día poco usado por vehículos de campesinos, así que puede ser convertido en la carretera asfaltada, señalizada, corregida, que una las cabeceras municipales de Ayala y Yautepec. En este sentido es el proyecto anunciado por los alcaldes de ambas localidades, Isaac Pimentel Mejía y Agustín Alonso Gutiérrez, mediante una inversión de 120 millones de pesos con recursos federales gestionados ente el Fondo Metropolitano. Lo que dicho sea de paso pueden hacer todos los ediles pero muy pocos intentan. Eso por una parte, y por otra, el tema de la comunicación terrestre que en Morelos es amplia pero generalmente en malas condiciones, históricamente infestadas nuestras carreteras de baches y con más en la temporada de lluvias como la que por estos días está arrancando. Y sí: pocos estados se hallan tan bien comunicados como el nuestro. Carreteras tenemos de norte a sur y de poniente a oriente, gratis o de cuota, directas o tomando atajos. De Yautepec a la zona cañera de Jojutla pasando por Ticumán hasta llegar a Tlaltizapán, Tlaquiltenango, Jojutla y Zacatepec; de Chiverías hacia Puente de Ixtla para conectar con la libre a Acapulco y la Autopista del Sol; de Tepoztlán se sale a Cuautla y de ahí a los municipios próximos al Popo, colindantes con Puebla y el estado de México. La Siglo XXI enlaza Puebla y el oriente de Morelos, por cierto, desconocida aún por muchos automovilistas la continuación por el sur de la Autopista del Sol. En cualquier punto del territorio morelense que se esté hay opciones para enfilar al sitio que se desee o necesite. Para los cuernavacences que poco salen al interior del estado no es lo mismo escuchar sobre vías ampliadas que transitarlas personalmente. A docenas de miles de personas les cambiaron la vida los ensanchamientos a cuatro carriles de los tramos Acatlipa-Alpuyeca, en la carretera federal a Acapulco, y Cuautla-Amayuca, de la libre Cuautla-Izúcar. Pero otra sigue siendo la movilidad en el tramo Oaxtepec-La Pera, suspendida por años la ampliación del trecho de Tepoztlán y luego reiniciada pero hasta ahora sólo a medias. Siendo gravísimos los daños a nivel planeta, si en este caso la encrucijada consistió en dar seguridad a los usuarios o atentar contra la naturaleza, fue y sigue siendo subestimada la opción, acaso “fantasiosa”, de un segundo piso. Los expertos sabrán si ello es posible, pero según ve la gente común sí se puede. En el Distrito Federal llevan décadas tendiendo pisos elevados en vialidades congestionadas, y meses atrás terminaron el segundo nivel que entronca las casetas de la autopista a Cuernavaca. Insertaron columnas enormes (“ballenas”) y sobre éstas tendieron planchas de concreto pre armado, con rectas, curvas desniveles, previstos los desagües y la resistencia a los temblores. Con este método las obras resultan rápidas, y por lo tanto menores los períodos de afectaciones al tráfico vehicular y peatonal. Hacerlo así resulta más económico que construir a la antigüita, con concreto vaciado en el sitio de la obra. Un segundo piso en el tramo tepozteco habría salvado árboles y fauna, y dejado sin el argumento a las afectaciones al medio ambiente. Lástima que “el hubiera” no exista… (Me leen mañana).

 

José Manuel Pérez Durán
jmperezduran@hotmail.com

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