La confrontación económica entre Estados Unidos y China es para que el estadunidense medio crea que al hacerle la guerra económica, realmente está haciendo a Estados Unidos ricos de nuevo “Make America rich again” y por un momento la gente piensa que es cierto, hasta que llega al almacén donde hace sus compras y todo está muy caro; los importadores de legumbres y frutas mexicanas están colgados de la lámpara por los altos precios de lo que les cuesta el aguacate o el tomate que llegaban de la mejor calidad y muy buen precio; ahora tienen que comprar los tomates sin sabor las bofas frutas y otras legumbres gringas a lo doble.
Nada de lo que haga Trump es locura. Él sigue los lineamientos de los Republicanos y si actúa como si estuviera vendiendo una casa o uno de sus edificios es porque ese es su trabajo. Hace tratos y da su palabra de que los va a cumplir, pero a la hora de firmar manda un Tweet, olvidándose de lo dicho y de su calidad de presidente del país más rico del mundo, por tanto debería comportarse como un verdadero estadista (palabra que ni siquiera sabe lo que quiere decir).
Trump se actúa como un vendedor de autos viejos, los que quiere hacer pasar como últimos modelos (y que me perdonen los loteros por el símil). Permite que se firmen compras a México por varias toneladas de alimentos y a veinte metros de la frontera les aplica como lo que en inglés se llama un “dumping” y les cobra el 25% de aranceles al acero mexicano, el 15% al aluminio y el 17.5% al tomate por la fuerza “si es que México quiere vender sus productos”.
Esa actitud es contra el Tratado de Libre Comercio, firmado por los Congresos de ambos países, ya que mientras no se acepte el nuevo acuerdo comercial entre México, Estados Unidos y Canadá, el firmado en 1993 sigue vigente. Nadie quiere denunciarlo ante las cortes internacionales porque de inmediato nos dejan de vender la gasolina cara, la que nos compraron como petróleo a un precio regalado. Y con retirar algunas inversiones, nos dejan en la calle.
Algo parecido les funciona con casi todo el mundo, pero Trump se topó con China, a quien le debe miles de millones de dólares al comprarle más de 600 billones en mercancía barata, mismo dinero que China está cambiando por oro en el mercado internacional y sacado de sus propias minas, pagándoles con dólares y devaluando su moneda al haber exceso de papel barato en circulación.
En marzo de 2018, Trump anunció que iba a imponer aranceles de 50 mil millones de dólares a las importaciones chinas, acusando a ese País de “prácticas desleales de comercio” y el robo de propiedad intelectual.
En represalia, en el mes de abril, el gobierno de la República Popular China impuso aranceles a más de 128 productos estadunidenses, incluyendo entre ellos, a la chatarra de aluminio, aviones, automóviles, derivados de cerdo, soya, piezas de avión, baterías, televisores de pantalla plana, dispositivos médicos, satélites y armamento varios.
China advirtió a los Estados Unidos, que si ellos continuaban subiendo los aranceles a los productos chinos y poniendo sanciones comerciales, todas las operaciones comerciales entre China y Estados Unidos serán anuladas.
El diario estadunidense The Wall Street Journal, publicó en su editorial que si los Estados Unidos continúan confrontándose con China en una Guerra comercial, no hay duda que el gigante asiático estaría ganando.
Recientemente Steve Bannon, antiguo secretario de seguridad y el ayudante principal de la Casa Blanca, afirmó que el estar en una guerra económica con China, Beijing tendría todas las de llevarse la victoria y por eso está muy confiado, sin embargo no cree que esté muy alejado de la realidad, ya que Estados Unidos está perdiendo más de lo le puede dañar a China, escribió en dicho diario.  
Estados Unidos y China no sólo coexisten, sino que están entrelazados de tal forma que una guerra comercial entre los dos países es insostenible por más tiempo, por lo que tiene que terminar de inmediato en beneficio de ambos y del mundo, ya que este problema económico puede convertirse en una conflagración mundial.
Con esta guerra comercial, Trump está poniendo en peligro la economía e inestabilidad de empresas como la Boeing, la Apple, la Nike y muchas otras que han permitido que estos negocios encuentren en ese País a uno de sus mejores clientes del planeta. Se espera que China siga siendo el tercer país más grande comprador de Estados Unidos, después de Canadá y de México.
Estados Unidos ha hecho de China una fábrica gigante, la que les ha dado trabajo a millones  de trabajo a sus ciudadanos y ha logrado que sus habitantes logren adquirir bienes de los que gozan los estadunidenses. La creación de una sociedad dirigida por el consumidor, crea grandes oportunidades de inversiones para las empresas de Estados Unidos, de las que muchas de ellas ya han invertido.
Por otra parte, Estados Unidos es de los exportadores de gas natural liviano (LNG), más rápido y eficiente en el mundo en cuanto a entrega. El LNG es uno de los combustibles más limpios que ayudan a China y a varios otros países a abandonar el carbón que tanto daño le hace a  la población. En Estados Unidos se utiliza el setenta por ciento de combustible a base de carbón y, aunque el LNG es lo más limpio para su propio país, ellos utilizan sus minas de carbón y casi no tocan los combustibles que tienen almacenados como el petróleo que buscan atesorar y con los que pueden mover la economía del mundo entero.
Esta guerra económica afecta a todos los países del orbe. Algunos dicen que si China crece el mundo respira tranquilo, pero ahora el planeta entero tiene miedo, porque esa solidez del gigante asiático parece esfumarse y nadie quiere saber lo que un coletazo chino puede llegar a afectar no sólo a la economía mundial, sino a la estabilidad y a la paz, que parece estar colgada con alfileres.
Para los analistas hay razón para temer, pues se considera que el crecimiento o la desaceleración de China tiene un fuerte impacto en la economía de casi todos los países y si esa economía crece menos, significa que demandará menos bienes y servicios del mundo entero y ese factor es legítimo para pensar en las consecuencias que pueda llegar a poner en peligro, no sólo a la economía, sino a la paz de nuestro planeta.
Este juego de guerra económica que comenzó como un arma política o más bien electorera de Donald Trump para ganar en los comicios de 2020, es parte de un mal cálculo, en el que está perdiendo China, Europa, América Latina y en especial Estados Unidos, van a lograr que los electores se den cuenta que ese presidente que tienen está fuera de sus cinco sentidos y si votan por su partido, es porque desean una confrontación mundial que llegue a destruir el sueño americano.

Por: Rafael Benabib / rafaelbenabib@hotmail.com

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