Con un agradecimiento a los habitantes de Morelos por compartir su visión de la vida, la directora mexicana Natalia López Gallardo recibió el Oso de Plata el miércoles pasado, premio que concede el Festival Internacional de Cine de Berlín, por su ópera prima "Manto de Gemas".
La cinta, coproducción México-Argentina, fue filmada en locaciones de Morelos, para narrar una historia sobre la violencia que persiste en esos poblados como consecuencia del crimen organizado. Sus protagonistas son tres mujeres que intentan ayudarse para encontrar a la hermana de una de ellas, que está desaparecida.
Luego de recibir el galardón, Natalia López Gallardo explicó a la prensa internacional que la película es una constelación de historias en la que se refleja el espectador de acuerdo a la experiencia.
“Creo que lo que queremos es construir es una especie de jarrón y no hay un mensaje oculto. Sino un espacio para que pongas tu propia experiencia subjetiva en él y tus propios valores y tu visión de la vida. Así que creo que eso es importante. No es que haya nada oculto. Está todo ahí, pero tienes que ponerte a ti mismo en él. Así que es una base que tiene que estar llena de ti.
Manto de Gemas es protagonizada por Nailea Norvind, Antonia Olivares, Aída Roa y Juan Daniel García Treviño.
El miedo de vivir en una sociedad violenta
Manto de gemas fue construida con las personas y los diversos pueblos del estado de Morelos, aborda el miedo de vivir en una sociedad y en un lugar donde no converge ningún proyecto en común.
“La película se desarrolla en un lugar donde parece ser que la gente está un poco a la deriva y salvando sus propios intereses además se ve que la esperanza de un futuro colectivo y la idea de la empatía está un poco adormecida”, expresó la cineasta.
El detonante para realizar esta película, cuenta López, surgió de la tierra en la que vive en Morelos desde hace 13 años donde nacieron sus hijos y comparte la vida con los habitantes de Jocotitlán, un pueblo chico del estado.
“Mi interés más fuerte de la película fue tratar de acercarme a la dimensión psicológica y a la herida espiritual que tenemos todos los mexicanos y que ha nacido a raíz de la violencia.
Realmente mi deseo era acercarme a esa dimensión y reflejar un universo donde actuamos a veces siendo víctimas y a veces como perpetuadores de esta cadena sin darnos cuenta porque al no hacer nada para cambiarlo de alguna manera lo estamos alimentando”, agregó Natalia.