La Fábula


Unos cazadores perseguían a una pequeña zorra, que asustada, llegó corriendo hasta una zona del bosque en donde trabajaba un leñador. La zorra, al ver al leñador, le pidió ayuda:

– Por favor, leñador, escóndeme en tu cabaña. Me persiguen unos cazadores. ¿Puedes ayudarme?

-Claro que sí, dijo asombrado el leñador- y abrió la puerta de su cabaña para que la zorra pudiera entrar.

Entonces llegaron los cazadores, y al ver al leñador, le preguntaron: – Perdone usted, buen hombre… ¿no habrá visto por casualidad un zorro corriendo por aquí?

Y el leñador contestó: – ¿Un zorro? Pues no, la verdad…

Sin embargo, mientras decía esto, señalaba con la mano a su cabaña, indicando con gestos a los cazadores que se encontraba allí. Pero los cazadores no entendieron muy bien qué quería decir con la mano, así que continuaron su camino y se alejaron, mientras que la zorra, que lo había visto todo a través de una rendija, salió de la cabaña y se puso a andar en la dirección contraria a la que habían tomado los hombres.

– ¡Eh, zorra!- dijo entonces el leñador- ¿No me vas a dar las gracias por haberte ayudado?

La zorra, un tanto apenada, se dio la vuelta y contestó: – Si tus manos hubieran obedecido a tus palabras, te las daría.

 

¿Cuál es la moraleja de la historia?

 

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