En un giro que podría hacer sonrojar a los ingenieros más creativos de Hollywood, el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos ha anunciado que pintará de negro el muro fronterizo con México. ¿El objetivo? Hacer que la estructura se caliente tanto bajo el sol del desierto que escalarla sea como intentar trepar por una sartén en plena barbacoa texana.

Sí, has leído bien: no se trata de un chiste de mal gusto en una cena familiar, sino de una propuesta real, cortesía del presidente Donald Trump, quien, según su secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, insistió personalmente en esta medida "innovadora".

Imaginemos la escena: migrantes agotados, con el sol azotando sin piedad, acercándose a un muro que ahora no sólo es alto, sino que también promete quemaduras de segundo grado al primer toque. Noem, en una conferencia de prensa el 19 de agosto de 2025, lo explicó con la seriedad de quien revela un secreto militar: "Cuando algo se pinta de negro, se calienta aún más, lo que lo hará aún más difícil de escalar".

Y para rematar, agregó que el negro también protege contra la corrosión, como si el muro necesitara un makeover estético para complementar su rol de guardián implacable. Trump, el visionario detrás de esto, supuestamente lo solicitó específicamente, recordando quizás aquellas tardes en Mar-a-Lago donde el calor del asfalto negro le inspiraba grandes ideas.

Pero detengámonos un momento en la ciencia detrás de esta "estrategia ardiente". Es cierto que el color negro absorbe más radiación solar que los tonos claros, pudiendo elevar la temperatura de la superficie metálica hasta 80-90 grados Celsius en un día caluroso del suroeste estadounidense.

En teoría, tocar un muro así sería como abrazar un radiador encendido, disuadiendo a cualquiera sin guantes de bombero o una determinación sobrehumana. Sin embargo, la realidad pinta un cuadro menos optimista. Durante el primer mandato de Trump, en 2019-2020, se intentó algo similar: se ordenó pintar secciones del muro de negro mate, pese a las advertencias de funcionarios fronterizos que lo veían como un derroche.

¿El resultado? La pintura no sólo falló en detener las brechas –los escaladores ingeniosos usaban cuerdas, escaleras o simplemente esperaban la noche fresca–, sino que empezó a pelarse al año y medio, dejando el muro con un look descuidado y sin ningún impacto disuasorio significativo.

¿Factible? Bueno, en términos puramente físicos, sí: el acero bollard del muro (esas barras verticales que conforman gran parte de la estructura) conduciría el calor eficientemente, convirtiéndolo en una barrera térmica. Pero los costos son otro cuento de hadas con final infeliz. Aunque Noem no reveló cifras para esta nueva ronda de pintura –que abarcaría toda la frontera sur, unos 3,140 kilómetros de longitud potencial–, el intento anterior fue calificado como un "desperdicio de tiempo y dinero" por los propios oficiales, especialmente en medio de la pandemia de COVID-19, cuando prioridades como la salud pública clamaban por recursos.

Expertos en migración y seguridad fronteriza, consultados en foros como Reddit y análisis independientes, argumentan que medidas como esta ignoran las raíces del problema: la mayoría de las entradas irregulares ocurren en puertos legales o por vías aéreas, no escalando muros como en una película de acción.

Y no olvidemos el factor humano, con un toque de ironía cósmica. Mientras Noem alaba la idea como un golpe maestro contra la inmigración ilegal, críticos en redes sociales como X no tardaron en burlarse: "¿Por qué gastar en pintura si ya juran que no hay cruces?", pregunta un usuario escéptico, aludiendo a las afirmaciones de cero migración bajo Trump.

Otro imagina a los migrantes llegando con spray blanco para "refrescar" el muro antes de trepar. En un mundo donde la tecnología ofrece drones, sensores y vigilancia satelital, optar por un truco de física básica parece casi... pintoresco.

Al final del día, esta propuesta no sólo busca fortificar una frontera, sino también avivar el debate eterno sobre inmigración con un barniz de creatividad trumpiana.

¿Funcionará? La historia sugiere que no, pero al menos dará material para memes y columnas como esta. Mientras tanto, el desierto sigue indiferente, y el sol, ese gran igualador, seguirá calentando a todos por igual –pintados o no. Si esto gana un Pulitzer, será por recordarnos que, en política, a veces las ideas más calientes son las que más rápido se enfrían.

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