Probablemente ya lo sepas, pero en algún despacho de alguna oficina de alguna de las grandes compañías tecnológicas (ej. Google, Microsoft, Facebook o Apple, entre otros) cuyos servicios web utilizas hay un fichero con tu nombre, imágenes tuyas y una enorme cantidad de información sobre tus búsquedas, tus preferencias y tus intereses en base a tus movimientos en línea. Estos datos son el auténtico negocio de muchas de estas empresas, que normalmente los venden a terceros o los utilizan ellas mismas para recomendar publicidad sobre productos que potencialmente podrían interesarnos. Esto, de por sí, puede ser moralmente cuestionable o incómodo para muchas personas (personas que, además, en muchos casos, no tienen tiempo o interés en dedicar la energía necesaria en leer los términos y condiciones de este tipo de servicio, o sus políticas de privacidad, y por tanto no son conscientes de las implicaciones reales que supone su relación con estas empresas); pero el problema pasa a cotas mayores cuando tenemos en cuenta que la información de nuestra actividad en línea puede filtrarse y acabar en las manos equivocadas, por ejemplo de hackers o ciberdelincuentes.
Lo más curioso de todo es que, en muchas ocasiones, somos nosotros mismos los que nos ponemos sobre el alambre. Debemos ser conscientes de que publicar cualquier contenido en internet puede no tener vuelta atrás, en el sentido de que el alcance de esa publicación puede no tener fin, como explica en este artículo ExpressVPN. Muchos usuarios que continuamente publican contenido e información acerca de sus vidas privadas o introducen datos personales en sus perfiles no se dan cuenta de que pueden estar abriendo una vía de acceso a sus datos personales a individuos con propósitos ilícitos. Y es que, cuanto más se sepa sobre nosotros en la red, ya sea en redes sociales, en buscadores o en páginas web de empresas o en otros ámbitos, más vulnerables seremos a la hora de recibir un ataque que pueda comprometer nuestra seguridad digital.
Hay una serie de recomendaciones básicas que todos deberíamos tener en cuenta para hacer frente a este tipo de amenaza y dar la importancia que merece a la cuestión de la privacidad en línea. La primera de ellas tiene que ver con restringir al mínimo la cantidad de información personal y datos que publicamos en nuestros perfiles de redes sociales y demás plataformas web. En este sentido, cuanto más desapercibidos pasemos, menos atractivos seremos para los ciberdelincuentes y los fisgones informáticos. Leer detenidamente y entender las condiciones de los servicios que utilizamos es otra de las maneras más eficaces para entender cómo debemos operar si queremos mantener nuestra privacidad a salvo. Siempre debemos tratar de utilizar servicios que garanticen la privacidad y el buen uso de nuestros datos, pero en caso de vernos obligados a utilizar plataformas que no tengan políticas de privacidad tan depuradas, al menos deberíamos dedicar un rato a ajustar las configuraciones de seguridad de las mismas para evitar exponernos más allá de los estrictamente necesario. El uso de determinados software especializados como, por ejemplo, los servicios VPNs puede ser otra vía útil y efectiva para proteger nuestra identidad web. Estos túneles de cifrado nos ayudan a obtener un mayor anonimato en nuestras actividades y a evitar que nuestros movimientos quedan registrados o puedan asociarse a nosotros. Por último, debemos desconfiar de cualquier comunicación que llegue a nosotros y que nos pida aportar datos personales como contraseñas, números de cuenta o claves informáticas. De la misma manera, debemos tener especial precaución a la hora de abrir enlaces o apps que provengan de origen desconocido o sean de dudosa reputación, así como tratar de evitar conectarnos a redes wifi abiertas, sobre todo en caso de acceder a perfiles delicados como cuentas bancarias, redes sociales, etc.
Recuerda: los datos son el oro de nuestra era, y siempre hay muchas manos detrás de ese metal tan brillante. ¡Protejamos el nuestro!