Los emperadores Maximiliano y Carlota tuvieron una reducida estadía en la ciudad de Cuernavaca, menos de 9 meses, repartidos en breves periodos entre diciembre de 1865 y septiembre de 1866; sin embargo, en este corto tiempo dejaron una onda huella, suficiente para crear varias anécdotas, leyendas y mitos, como el de la “India Bonita”, que contribuyeron a acrecentar la fama de esta tierra tlahuica.
Fue a finales de diciembre de 1865 que los emperadores, invitados por Paulino Gómez Lamadrid, dueño de la Hacienda de San Gaspar, visitaron por primera vez Cuernavaca. José Luis Blasio secretario particular de Maximiliano escribió en sus memorias “Maximiliano Íntimo” (1903), “…el Coronel Lamadrid, que conocía perfectamente esta ciudad, hizo grandes elogios del clima, del carácter de los habitantes, de lo hermoso de la localidad, etc. Y entusiasmado el Emperador, decidió que hiciéramos el viaje allá, viaje que de antemano ya tenía pensado”. Maximiliano quedó encantado con la vegetación, el clima y la tranquilidad que se respiraba en esta ciudad, por lo que decidió establecer su finca de descanso.
El primer día del año de 1866 el emperador envió de avanzada a Cuernavaca una comisión, encabezada por el chambelán Negretti, su ya citado secretario Blasio y el jardinero de la corte, Wilhelm Knechtel, los cuales llegaron al  anochecer, tenían el encargo de preparar la casa que había sido alquilada por los emperadores y que utilizarían como residencia de veraneo, la “Casa de la Borda”.
Knechel comenta que en Acapantzingo, “…se compró la propiedad de 10 familias indígenas, que en total tenía una planicie de un poco más de una hectárea. En medio de ese terreno se planeó una casa de estilo sencillo, con solo 4 cuartos, rodeada de árboles por todas partes…a la que Maximiliano la bautizó como El Olindo”.
En el mismo mes de enero, los emperadores regresaron y es aquí en donde Carlota se enteró de la muerte de su padre, Leopoldo I, rey de los belgas, acaecida el 10 de diciembre.
Podemos seguir la estancia de Carlota en Cuernavaca, gracias a las cartas que escribió en esta ciudad y sabemos que conocía perfectamente la casa que se construía en Acapantzingo, En un una de ellas, escrita a la emperatriz Eugenia el 16 de mayo, le dice: “Al emperador, que vino a reunirse conmigo , le agrada mucho Cuernavaca porque aquí puede trabajar más tranquilamente” y agrega: “Hay que construir en el pueblo de Acapantzingo un pequeño “chalet” indio al que le dará el nombre de Olindo, y que está rodeado allí por espesos bosquecillos de laureles, de naranjos y de plátanos distribuidos por la naturaleza de graciosa profusión”.
La última epístola que escribió Carlota en Cuernavaca fue la del 30 de junio, a la esposa del comisario imperial en Guanajuato. Posteriormente, en julio escribe desde la ciudad de México, de Puebla y finalmente desde Orizaba. Para agosto ya se encontraba en París y nunca más regresó a México.
El jardinero Knechtel en sus memorias nos narra que “Después de la partida de la emperatriz, el emperador vino a finales de agosto una sola y última vez a Cuernavaca, ciudad que nunca volvió a ver. Su estancia postrera se limitó a solo seis días, porque el emperador volvió inesperadamente y apresuradamente el 6 de septiembre a Chapultepec”, y agrega: “Poco después recibimos un telegrama en que se nos ordenó a todos quienes seguimos en Cuernavaca volver a Chapultepec lo más rápido posible”.
La casa de “El Olindo” nunca se terminó. El mismo jardinero de la corte nos narra: “…las causas del retraso fueron imposibles de superar, en parte por la deficiencia de los materiales, que no se suministraron en cantidades suficientes, y en parte por la escasez de mano de obra, en especial de carpinteros”, además de que faltó el dinero para pagar los salarios de los trabajadores y de que era temporada de lluvias lo que dificultaba construir la obra.
El 2 de noviembre se realizó un inventario de las cosas que estaban en la “Casa de la Borda”, con el que se puede observar que dicho inmueble estaba muy bien montado, con alfombras, un piano, roperos, vajillas, etc. Muchos de estos objetos y mobiliario fueron enviados a la ciudad de México y solo quedaron algunas camas, sillas y botellas de champaña.
En enero de 1867 Cuernavaca fue sitiada por los republicanos. Finalmente, las tropas imperialistas evacuaron la ciudad el miércoles 27 de enero, dando fin al II Imperio en estas tierras.

Maximiliano y Carlota, detalle de pintura de Salvador Tarazona, “Maximiliano en Cuernavaca” 1939.

Cumple los criterios de The Trust Project

Saber más

Síguenos en Google Noticias para mantenerte siempre informado

Sigue el canal de Diario De Morelos en WhatsApp