El mundo ha perdido a un verdadero héroe. James Harrison, el australiano conocido como el “hombre del brazo de oro”, falleció el 17 de febrero de 2025 a los 88 años mientras dormía en una residencia de ancianos al norte de Sídney. Su legado es inigualable: gracias a sus donaciones de sangre, ayudó a salvar a más de 2.4 millones de bebés en todo el mundo.
Un hombre, una misión
James Harrison comenzó a donar sangre a los 18 años, después de haber necesitado una transfusión que le salvó la vida tras una cirugía mayor en su infancia. Al descubrir que su sangre contenía un anticuerpo inusual, los médicos lo invitaron a participar en un programa especial para desarrollar la inyección Anti-D, utilizada para tratar la enfermedad de Rhesus, una condición que puede ser fatal para los bebés en gestación.
A lo largo de más de 60 años, Harrison realizó 1,173 donaciones de plasma, convirtiéndose en uno de los donantes más constantes y valiosos del mundo. Su sangre fue clave en la creación de tratamientos para madres con incompatibilidad sanguínea con sus bebés, evitando abortos espontáneos y enfermedades graves en los recién nacidos.
A pesar de que se retiró como donante en 2018 debido a su edad, la contribución de Harrison a la medicina sigue vigente. Su caso inspiró a científicos y donantes en todo el mundo, demostrando que una sola persona puede marcar la diferencia en la vida de millones.
La comunidad médica y miles de familias en todo el mundo han rendido homenaje a James Harrison tras su muerte. Médicos del Servicio de Sangre de la Cruz Roja Australiana lo describieron como “una persona excepcional cuya generosidad transformó la medicina”.